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Barrancos ortopédicos – Por Wladimiro Rodríguez Brito*

   

En el sur de Anaga, los principales barrancos han construido pequeños Deltas: son espacios que han mantenido cierto equilibrio en la línea de costa entre los aportes de material desde las cumbres y la erosión marina fruto del oleaje. Esta situación se ha roto en los últimos años ante el crecimiento urbano: las desembocaduras del barranco de Santos y del Bufadero y los barrancos del Cercado y las Huertas en San Andrés son ejemplos del cambio radical fruto de nuestro desarrollo.

Las canalizaciones hechas por el hombre no han tenido en cuenta todos los factores de esta relación dinámica; en algunos casos, se han construido muros y azudes que han potenciado los problemas ocurridos estos días. Las demandas de las zonas urbanas y las instalaciones portuarias nos obligan a estudiar con lupa la situación; los sistemas de canalización y drenaje, así como su mantenimiento, demandan de nuestros recursos para cumplir su función. Nuestros barrancos necesitan ayuda permanente para restablecer un equilibrio roto por el hombre.

Tras las últimas lluvias, los barrancos del Cercado y de las Huertas han presentado serias deficiencias en sus tramos canalizados. Atascos causados por cañeras en el primero y sauces en el segundo han inutilizado gravemente gran parte de sus canalizaciones; el amontonamiento de restos vegetales ha bloqueado el paso del agua bajo los puentes y otros obstáculos artificiales en sus cuencas. Algunas de las canalizaciones, diseñadas para aguas limpias o con poca carga de sólidos, se han desbordado, tal y como ocurrió en el barranco del Cercado, donde el puente de Viña Vieja quedó totalmente obstruido. La dramática situación vivida pone de manifiesto que no hemos buscado sustitutos para nuestra cultura rural; se ha evidenciado la ausencia de actividad ganadera y de campesinos que gestionen y mantengan los barrancos limpios.

Las canalizaciones construidas en el barranco de Santos, en el del Bufadero o en el barranco del Cercado han funcionado relativamente bien. Solamente en situaciones puntuales se han desbordado dichos barrancos por las dimensiones de sus puentes obstruidos por ramas, como en el caso de San Andrés. En el caso del barranco de Santos, la reciente limpieza realizada por el Cabildo, añadida a una marea baja en el momento de mayor caudal, ocasionó problemas mucho menores que los del pasado mes de febrero de 2010 en el entorno del Cabildo y la zona del Cabo.

Los barrancos de Santos, el del Bufadero y el de San Andrés son seguramente los más peligrosos para la ciudad de Santa Cruz. El abundante caudal del barranco de Santos en las últimas lluvias ha movido piedras de más de una tonelada a la altura del puente de Galcerán, mientras que a la dársena no llegaban al kilogramo. La cuenca final de estos barrancos es prácticamente horizontal debido al avance de las zonas urbanizadas en terrenos ganados al mar: los barrancos han perdido su capacidad de transporte. Los hemos convertidos en azudes que elevan el nivel del agua, desbordando en las calles adyacentes; la solución pasa por limpiar continuamente los depósitos de las lluvias para que las recientes canalizaciones construidas tras el desastre de 2010 continúen funcionando. Las obras realizadas en su momento por el Cabildo y la Administración autonómica han funcionado, pero requieren de otras actuaciones; hay que plantearse abrir la plaza de Europa para aumentar la sección del cauce subterráneo del barranco de Santos. Esta vez hemos tenido suerte, igual que en 2010, por que las lluvias cayeron un día de fiesta. Santa Cruz vive en la cuenca baja de grandes barrancos; no podemos confiar ciegamente en nuestro dominio de la naturaleza. Como bien ha quedado demostrado estos días, la naturaleza sigue teniendo sus pautas, con o sin cambio climático. Demandamos muelles de contenedores, viales para vehículos, playas y barreras contra las olas. Demandemos también protección contra las inundaciones; la protección de la vegetación no puede ser un obstáculo para limpiar los cauces en las zonas sensibles. La solución puede ser cambiar los cañaverales por sauces y permitir su poda anual. Hemos de gestionar la naturaleza con medidas a nuestros tiempos: amurallar nuestros barrancos con muros de cemento más altos o más largos es inútil sin un mantenimiento en su cauce. Nuestra relación con la naturaleza tiene que ser dialéctica, escuchando y aprendiendo las pautas de ésta.

*DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA ULL