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Contagio desinformativo – Por Ylka Tapia

   

Un incesante vaivén de individuos resguardados bajo sus paraguas, que parecen ignorar el flujo de noticias sobre Teresa Romero, la auxiliar de enfermería que dio positivo al virus del ébola, atesta las calles de Madrid. Su ritmo frenético no ha sido interrumpido, aun siendo la primera ciudad europea en la que se produce un contagio por esta “enfermedad vírica aguda grave”, definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Callejeo por el corazón de la capital y, aunque no se aprecia a simple vista, algo ha cambiado en el gesto de sus transeúntes. Y en esto último, como era de esperar, influye la alarma social sostenida en las redes sociales.

Canales de comunicación -y desinformación- utilizados por agencias de noticias y periódicos en una especie de carrera por ser los primeros en publicar exclusivas, cuyas rectificaciones refuerzan la viralidad de los bulos que aseguran, entre otros, que el Ministerio de Sanidad oculta más casos o que no es recomendable acercarse a ciertos hospitales. De igual modo, han proliferado artículos de presuntos sanitarios denunciando irregularidades en el denostado “protocolo”, y que tantas veces han repetido, a modo de mantra, algunos compañeros en informativos o tertulianos de radio y televisión. Y lo único cierto es que hay una mujer debatiéndose entre la vida y la muerte, mientras, vía WhatsApp, la maraña desinformativa se hace más grande -se han multiplicado páginas web con falsas alertas-. Un caos en la Red en la que tiene parte de responsabilidad la falta de criterio del gabinete de comunicación del Gobierno, que tuvo durante más de 15 horas su cuenta en Twitter, por poner un ejemplo, sin actualizar.

Y entre toda esta locura informativa, acaparó atención mediática Excalibur, el inocente can de la enferma. Su marido, en aislamiento, grabó un video con su smartphone en el que solicitaba ayuda para que el Ministerio no lo sacrificara. Pacma lo difundió en sus propias redes, contribuyendo a su fácil viralización y como altavoz de la convocatoria de animalistas frente a la vivienda. Una inconsciente (en su mayoría) instrumentalización de la sociedad para cuestionar la gestión de este problema de salud pública. Un debate extremadamente polarizado, síntoma del crónico deterioro de la salud democrática española provocada por la sordera política.

@malalua