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Cosas del tiempo – Por Leopoldo Fernández

   

Nadie esperaba una cosa así. La Agencia Estatal de Meteorología había advertido sobre la posibilidad de lluvias intensas durante la jornada del domingo y, siguiendo sus previsiones, el Gobierno autonómico decretó la situación de alerta. Aun así, el pronóstico no guarda proporción con la borrasca que azotó Canarias -en especial la isla de Tenerife, y dentro de ella Santa Cruz-, que previeron y reflejaron mejor el mapa del satélite Meteosat y, sobre todo, el Centro Nacional de Huracanes de Miami, como en otras ocasiones. Las impactantes imágenes divulgadas por televisión, redes sociales y prensa escrita hablan por sí solas de la verdadera dimensión de la tromba, que no hizo más daño porque ocurrió en día festivo, cuando los desplazamientos ciudadanos son muy inferiores a los de las jornadas laborables. Pero una vez más, la meteorología extrema -por fortuna excepcional, ya que el buen clima suele ser norma en el Archipiélago- deja en evidencia nuestras graves debilidades en materia de infraestructuras, que incomprensiblemente no suelen ser sometidas a mantenimiento regular y revisión tras episodios de mal tiempo. Es cierto que con una orografía tan peculiar y dificultosa como la canaria -en la que además se ha permitido la construcción indiscriminada en laderas e incluso dentro de quebradas y bancales- resulta casi imposible prevenir barranqueras y desprendimientos en situaciones extremas como la del domingo. Pero así y todo, no siempre se ha puesto remedio a este tipo de incidencias, de las que el ejemplo más palpable es el barranco del Cercado, en el barrio de San Andrés, que, desde siempre, tras una tormenta, deja su desembocadero y zona de influencia lleno de piedras y porquería, como sucede en María Jiménez, la Alegría, Valleseco o el barrio de la Salud, por citar las zonas más significativas; también las partes bajas de la ciudad acaban por sufrir las incidencias del agua que no absorbe el alcantarillado. Lo que resulta inconcebible es que túneles de reciente construcción se inunden completamente por falta de desagües y fallos de terminación y que nadie, ni políticos ni técnicos, responda por unos fallos tan clamorosos. Otros defectos se advierten también en colegios públicos, carreteras, alumbrado e incluso en hospitales, obligados a suspender parte de sus actividades porque ¡se inundan los quirófanos! ¿Para cuándo una política preventiva seria y responsable? ¿Por qué no se reúnen inmediatamente las administraciones implicadas y adoptan las medidas correctoras más convenientes, incluyendo, de ser necesario, la disposición de créditos extraordinarios para la realización de las obras más urgentes? ¿Qué imagen estamos ofreciendo a los turistas que nos visitan?