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En la frontera>

Los riesgos bancarios – Por Jaime Rodríguez-Arana

   

La sociedad en que vivimos, como reconocía de forma clarividente hace algunos años Ulrich Beck, es una sociedad que entre otras características, es una sociedad de riesgos. Riesgos en el mundo de las finanzas, en el mundo del clima, en el mundo del transporte de personas por aire, por carretera o por mar, en el mundo del medio ambiente, en la salud pública, en las relaciones internacionales, o, por ejemplo, en el mundo de la industria en cualquiera de sus ramas o sectores. La seguridad se ha convertido en una característica ansiada por millones de ciudadanos que están viendo, y sufriendo, cómo la existencia de determinados riesgos en determinadas actividades han dado lugar a lesiones y perturbaciones de su posición jurídica, patrimonial o física. Por eso, frente a las amenazas, potenciales y reales, en este tiempo ha cobrado especial relieve el principio de precaución y las medidas de prevención en tantas y tantas actividades humanas.

Por lo que se refiere a las finanzas, a la actividad de las entidades financieras, no es ningún secreto afirmar ahora que en el pasado más próximo muchas de ellas se han especializado en el uso interesado de los riesgos en su propio beneficio. Un caso es el de las inversiones especulativas que en muchas ocasiones han ocasionado quebrantos económicos a los cuentacorrentistas.

Pues bien, en estos días el Fondo Monetario Internacional ha advertido en un informe sobre la situación de la economía y las finanzas en el mundo que hay que controlar debidamente la llamada banca en la sombra. Un negocio de naturaleza bancario que alcanza ya los 70 trillones de dólares y que supone un riesgo de incalculables proporciones. Tras la crisis financiera de estos años, las medidas diseñadas para salir adelante se adoptaron en relación con la denominada banca tradicional con el fin de que no pudieran asumir riesgos incontrolados. Una de las consecuencias de esta nueva regulación, que cuesta mucho aplicar, se refiere a las normas que pesan sobre la banca tradicional, que se ha lanzado, a pesar de las ayudas públicas, a una siniestra reducción de los préstamos. Préstamos que ahora son otorgados por la llamada banca en la sombra, todo un conjunto de entidades financieras que canalizan crédito sin someterse a las reglas de solvencia que se exigen a los bancos tradicionales. El gran problema es que estas operaciones crediticias no están sometidas a la transparencia que ahora se exige a la banca tradicional. La paralización de los préstamos por los bancos clásicos, ocupados en subsanar, con fondos de todos, tanta negligencia y tantos desmanes, está abriendo, es asombroso, un nuevo escenario de riesgo global y sistémico señalado por el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI).

Según datos del FMI, el riesgo, de nuevo, se concentra en los EE.UU. (entre 15 y 25 trillones de dólares) aunque los riesgos son alarmantes también en Gran Bretaña y en menos medida en el resto de Europa (22 trillones de dólares). Por si el volumen no fuera importante, el FMI advierte de la intensidad del crecimiento de los préstamos a cargo de numerosos fondos de alto riesgo. Ante este panorama, el Fondo recomienda a los países que controlen la magnitud de este sistema financiero paralelo. Mientras la banca tradicional se concentra en atesorar liquidez, la nueva banca en la sombra, sin controles adecuados a la naturaleza de su actividad, multiplica los créditos, no sólo a personas físicas, también a las empresas. En fin, que la regulación, la supervisión, la vigilancia y el control de sistema financiero sigue de palpitante y rabiosa actualidad. Ojalá no se repita la historia.

*CATEDRÁTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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