X
tribuna >

Recordando al general Francisco García-Escámez – Por Pepita Marrero Díaz-Bello

   

Vivimos en unas islas llenas de encanto y contraste: por su clima, por sus paisajes, por su gastronomía, por la bonhomía de sus moradores… Los que nos visitan se extrañan de ver nieve en las cumbres y sol en las costas, dando lugar a que algunos los hayan denominado “continentes en miniatura”. Los ingleses, sin ir más lejos, se enamoraron de las Canarias al primer golpe de vista, desde que hace siglos arribaron al Archipiélago por primera vez. Por eso cuando, de resultas de su lucha por conquistarlas, el almirante Nelson quedó herido y, por desgracia para él, perdió un brazo al atacar Tenerife (porque pasó aquí y no en Trafalgar, Cádiz, como las enciclopedias erróneamente señalan), no hace falta ser muy ducho en historia para reconocer que el cañón Tigre no disparó acertadamente su mejor bala en ese instante: nuestra suerte, la de los canarios, quedó sellada desde aquel mismo momento. Una hazaña para recordar, desde luego, aunque no para celebrar, pues a la vista están los resultados que con el tiempo derivaron de ese acontecimiento. Sin embargo, y, por supuesto, desde un punto de vista absolutamente personal, en nuestra dependencia histórico-política de España ha habido algunos momentos y personas ilustres a los que, no obstante, conviene recordar, porque resultaron positivos para el desarrollo de la sociedad y la cultura isleña.

Me viene a la memoria destacar, por ejemplo, y porque lo conocí, la figura del general Francisco García-Escámez Iniesta, quien engrandeció, embelleció y dio distinción a la imagen de nuestra tierra. Y al que no se le ha dado, desde la memoria histórica, el trato que realmente se merecía por su meritoria labor. Canarias nunca le agradecerá bastante lo mucho que llevó a cabo en pro de estas islas.

Charlando sobre el tema con ciertas personas que han realizado estudios universitarios, les comentaba que “con tanto dinero que el Gobierno maneja en estos tiempos (a pesar de la crisis) y no se emprenden obras públicas, como todas las que anteriormente se hicieron bajo el Mando Económico Militar”. Sorpresa la mía, cuando las caras se les quedaban “a cuadros” y me preguntaban “el Mando Económico ¿y eso qué es?”. ¿Cómo es posible que las nuevas generaciones, y universitarias además, ignoren lo que ha sido una parte de nuestro pasado reciente? ¿Qué clase de historia es la que se les enseña actualmente entonces a los estudiantes? ¿Se pueden ignorar los acontecimientos sociales ocurridos en un momento de la trayectoria político-histórica de un pueblo, tan solo porque no nos gusten o nos avergüencen? La historia de la nación es imposible de cambiar, sea cual haya sido; hemos de apechugar con ella y enseñarla en las escuelas, para que se conozcan las cosas positivas acaecidas y también las negativas, a fin de no volver a repetirlas en lo posible. Negar los sucesos históricos de un país o sesgarlos por conveniencia es de fanáticos, de ignorantes y, si me apuran, hasta de tontos.

Así pues, para quién no lo sepa y para el que ya no lo recuerde, les paso a resumir brevemente lo que fue el Mando Económico Militar de Canarias, que se creó en 1941, como resultado de una serie de medidas tomadas para la defensa y autoabastecimiento del Archipiélago, tras el estallido de la II Guerra Mundial, y a fin de evitar los consiguientes efectos del aislamiento: escasez, carestía, estraperlo y paro.

Tanto el mando militar de los tres ejércitos (Tierra, Mar y Aire), como la legislación autónoma (respetando la del Estado) y la economía local, quedaban bajo la dirección ejecutiva del capitán general de Canarias, ayudado por una Junta Asesora constituida por una serie de Ponencias, compuestas a su vez por técnicos y personas competentes en las distintas ramas de la producción de materias primas y su distribución (víveres, agua, agricultura, ganadería, pesca y montes), así como en la regulación de las exportaciones e importaciones para las Islas, infraestructuras de edificios, carreteras, hidráulicas, de saneamiento, obras sociales y culturales, etcétera.

El Mando Económico se disolvió en 1946 y tuvo, durante su breve periodo, tres capitanes generales al mando, el último de los cuales y más prolífico fue, precisamente, el general de Infantería García-Escámez (Cádiz, 1893-Santa Cruz de Tenerife, 1951), quien lo asumió en 1943 y en el que destacó, sobre todo, por su seriedad y honradez en el manejo eficiente e inversión organizada de los fondos públicos, para beneficios de todos los isleños. Muy respetado y admirado por su labor como gobernante, igualmente lo era García-Escámez por su campechanía (le gustaban los bailes y el folclore) y su sencillez de trato con la gente del pueblo, que antepuso siempre a la categoría de su cargo. Desgraciadamente, nos dejó joven aún (58 años), ejerciendo todavía sus funciones como capitán general de Canarias. Y, pudiendo acumular riqueza al manejar los caudales públicos, falleció sin fortuna personal, teniendo que sufragar su entierro la Comandancia de Obras Públicas. Sus restos reposan en esta tierra a la que tanto amó y en la que quiso quedarse para siempre. Por su ejercicio como militar, recibió diversas condecoraciones de alto grado y, tras su muerte, por su ingente labor se le concedió el título póstumo de marqués de Somosierra; título que siguen llevando sus descendientes, quienes a día de hoy aún residen en Canarias, y a los que les envío desde estas líneas mi recuerdo y toda la consideración debida a la memoria de su ilustre padre. Bien orgullosos pueden estar de su valía como persona y como profesional, a tenor de lo que estamos viviendo actualmente.

Sus obras hablan por sí solas, pues a su impulso y decisión se le deben, entre otras y por citar algunas de las más importantes, solo en Tenerife: el ala nueva del antiguo edificio de la Universidad de La Laguna, donde además creó becas para los alumnos que fueran más destacados; grupos escolares y casas para el profesorado; el Hotel Mencey; el Mercado de Nuestra Señora de África; la plaza de España; el puente Serrador; las barriadas de Somosierra, La Victoria y García-Escámez; la iglesia de San José; la Casa Cuna; el muelle de San Andrés; restauración del hotel Taoro (La Orotava); iluminación de los barrios de Chamberí y Taco; el canal del Sur; perforación de galerías de agua en diferentes puntos de la Isla; la casa cuartel de Granadilla; la cooperativa de pescadores de Güímar; instalación del agua pública en El Médano y hospitales, sanatorios, bibliotecas o comedores sociales para los necesitados.

Asimismo, en Las Palmas, entre otras obras, están el hotel de Santa Catalina, la carretera de San Bartolomé de Tirajana con Mogán, la ampliación de la barriada de Schamán o la construcción de escuelas. En ambas capitales de provincia, convirtió sus muelles en puertos francos. En La Palma, igualmente llevó a cabo diversas obras públicas, siendo nombrado además Hijo Adoptivo de Fuencaliente. En cada una de las siete islas dejó la huella de su quehacer. Incluso, se preocupó por la de La Graciosa y, con una visión de futuro impresionante, se dio cuenta del potencial turístico del Archipiélago, promoviendo la construcción de los paradores de turismo de La Palma, Lanzarote y Fuerteventura.

En fin, todo un señor y un caballero, modelo de honestidad y de buen hacer como gobernante, ejemplo a seguir por los que actualmente nos dirigen, que han llevado a la ruina a nuestra sociedad, que solo trabajan para enriquecerse ellos y a los que se les dedican, inmerecidamente, avenidas, calles y plazas. Por lo que hizo por nuestro pueblo, le alabo y le rindo mi particular homenaje con este escrito, pues “es de bien nacido, ser agradecido”. Que la figura y la obra del general Francisco García-Escámez Iniesta no quede en el olvido. No se lo merece.