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Cuadernos de África>

No tenemos perdón – Por Rafa Muñoz Abad

   

En pleno Sahel, el Níger es un meandro de vida cuyas orillas han sido causa y testigo de culturas milenarias. Su delta, que desde las costas de la populosa Nigeria se precipita al Atlántico, es un abanico que esconde una terrible realidad apenas conocida. Las líneas aéreas globales, caso de Air France o British, cubren una amplia variedad de destinos africanos. Normal. Francia e Inglaterra coparon la mayoría del reparto colonial y volar diariamente de Londres a Lagos no debería extrañar lo más mínimo; pero una frecuencia similar desde Ámsterdam, ya es más intrigante. Vengo percatándome que seguir el rastro de las aerolíneas es una forma de saber quiénes y porqué “invierten” en África. Shell. Esa es la clave para comprender el intrigue. La petrolera anglo-holandesa -ahora encajan los muchos vuelos de KLM a Lagos- lleva años consumando un auténtico atropello medioambiental. Nigeria es el primer exportador africano de crudo y paradójicamente tiene que importar gasolina. El nudo gordiano de esta cuestión reside en que las petroleras refinan en Europa y venden en África. Una jugada [maquiavélica] que les asegura la demanda y hace enfermar la economía nigeriana con el denominado mal holandés. La carencia de combustible ha ido más allá generando un peligroso mercado ilegal donde la corrupción, los militares y el robo de petróleo forman un siniestro póker completado con la contaminación. Las refinerías “portátiles” o de fortuna han generado un mercadeo de barriles de crudo que bajo el beneplácito de los militares son vendidos al mejor pagador. Así actúa Shell en países donde la normativa medioambiental es ligera. La falta de combustible provoca asaltos y perforaciones en los oleoductos. Actos que han cubierto el Delta del Níger de crudo y han contaminado el subsuelo arruinando la pesca de subsistencia por varias generaciones. Shell se escuda, y así lo ha reconocido, en los robos, para, escandalosamente, verter al manglar los desechos procedentes de la industria petrolífera. Y es que hay veces que no tenemos perdón. Tampoco sé qué les ocurre a los neerlandeses, que se nos muestran cual sociedad ejemplar y después sus empresas bien arrasan la pesca en Mauritania o acaban con las marismas nigerianas.
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