¿Sabes? La vida se basa en sÃmbolos. Las colillas aplastadas en el cenicero, asfixiadas tras el fuego entre cenizas y humo, son sÃmbolos. Simbolizan la adicción, las ansias de más sin ansias de menos; el intermedio entre plato y plato. Representan el después, el principio o, incluso, el fin. Como las hojas caÃdas del árbol, que se encuentran con nuestras pisadas cada mañana de otoño. Ellas son comienzo y final de estación, renacimiento de lo que hace un año fue y antecesor de lo que podrá volver a ser. Ellas, cariño, también son sÃmbolos. Al fin y al cabo, te hablo de alegorÃas. La alegorÃa que alberga en su interior una fotografÃa, enmarcada en aquel cuadro negro que encierra sentimientos polÃcromos. FotografÃa que simboliza tu persona, su persona o la de aquella otra. La congelación de aquel momento y, a raÃz de ese, miles más que quedan en la memoria a través de la efigie fotográfica que viste las paredes de la habitación sin fecha de caducidad. Lo mismo ocurre con los lugares, los aromas o los tatuajes: todos ellos siempre te llevan a pensar en algo.
En alguien. A situarte en el instante exacto en el que ese punto del espacio comenzó a cobrar relevancia en tu mirada y en tu existencia; a respirar el ambiente cargado que tanta adrenalina descarga en ti cuando se hace respirar. O los tatuajes. Tinta que encarna sentidos, emociones y trazos con historia; signos simbólicos con recorridos dispares que se quedan marcados a flor de piel para la eternidad. Etérea eternidad. Y llevarlos al infinito. Al mismo al que te quiero llevar yo. Y sÃ: también como una idea simbólica. Tan realista como ilusorio, el infinito de todo lo que somos. Con todos y cada uno de los sÃmbolos que conforman ese objetivo infinito alcanzable. Las flores, las que recuerdan lo especial de un dÃa especial. Las gotas de lluvia, sÃmbolo de manta para dos en el sofá. Yin y yang, sinónimos de blanco y negro, calor y frÃo, luz y oscuridad. De ti y de mÃ. De ti. Incluso tú. Tú también eres sÃmbolo. AlegorÃa del amor, de la risa y la inquietud. AlegorÃa de la vida, del cariño y la virtud. SÃmbolo del fuego. Sin colillas ni cenizas. Pero con el triple de adicción, cariño.