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Gonzalo Cabrera – Por Luis Ortega

   

E Inma Marrero -la disociación sólo aparece por el formato de la columna- demostraron que aún se pueden devolver las emociones a su estado puro y que el aprendizaje de cualquier disciplina puede, y debe, ser una actividad gozosa; que la enseñanza, hoy como ayer, es una acción inútil si no está alentada por la vocación y que la instrucción y la edificación personal no puede fracasar por el prosaísmo o la rigidez de los métodos; que la inspiración tiene siempre sentido y es imprescindible. Las calles iluminadas de Santa Cruz acogieron los sorprendentes conciertos de Garrapatea, novísima y eficaz escuela donde se aprende la música, sinónimo de libertad, a través de los sentidos, el oído, naturalmente, y la vista; donde no se escalonan, ni condicionan, los conocimientos y donde la melodía, la armonía y el ritmo -el todo musical- llegan juntos al equipaje del alumno. Bajo estas pautas entendimos el éxito de una iniciativa que, sin propaganda ni propósito cerrado, animó a los viandantes del centro urbano y, por convicción y naturalidad, se erigió como el más original y aplaudido de los atractivos rituales que ocupan las calles engalanadas en estas fechas. Dirigidos por Gonzalo e Inma, una treintena de chicos -con una edad media de nueve años- con violines y chelos y, un público que se agregó y fidelizó en cada encuentro, interpretaron un repertorio navideño con temas de ayer y hoy, unidos por las premisas de calidad y arraigo. Cumplieron con creces con la misión de “hacer barrio” y, a la vez, revelaron con luminosa sencillez las claves de su programa didáctico, diseñado para alumnos entre los cinco y los dieciocho años, a los que se proporciona una formación musical completa, que supone el dominio de un instrumento como herramienta de comunicación y los elementos del lenguaje musical al punto que les permita la creación propia y la audición de obras ajenas, “con plena conciencia de lo que hacen y escuchan”. En el atractivo y eficaz método de este joven centro, no cuenta la rigidez de las reglas, causa de tantas deserciones, sino que mandan los sentidos, como apuntamos, y el sentimiento y el instinto. Por encima de la imagen inédita y edificante de los novísimos intérpretes que cautivaron a una audiencia heterogénea, resalta la existencia, aquí y ahora, y la constancia diaria de una docencia ingeniosa y entusiasta que gana para el idioma universal a personas con vocación e interés para que éstas, cuando quieran, puedan utilizar esa comunicación sin barreras. Nada menos.