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“Nunca he tenido demasiadas pretensiones, y eso es bueno para el arte”

   
La artista posa en su estudio, donde crea sus obras de joyería contemporánea. / PATRI CÁMPORA (la casa de la playa)

La artista posa en su estudio, donde crea sus obras de joyería contemporánea. / PATRI CÁMPORA (la casa de la playa)

VERÓNICA MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

Pilar Cotte parece de porcelana. Tiene la piel fina y una sonrisa delicada pero muy sincera. Si la vistiéramos de bailarina y se quedara quieta, perfectamente podría parecer de esas figuras de Lladró que nuestras madres exhibían en el salón de casa. Pero no tiene miedo a romperse. Es suave y le gusta ir poco a poco en la vida, pero no le falta la valentía para elegir una de disciplina artística que aún hace falta explicar: la joyería contemporánea. Precisamente, la porcelana es uno de los elementos con los que trabaja. Sueña con exposiciones de obra similar a la suya en salas grandes y en museos, como ocurre en Europa. Y, mientras, en su taller de Guajara en La Laguna enseña a otros a convertir materiales como la cerámica o el cobre en pequeñas obras de arte que se portan.

-¿Cómo llegó a convertirse en joyera contemporánea?
“Cuando decidí estudiar Bellas Artes, elegí la rama de escultura. En ese momento se produjo un primer golpe fuerte en mi vida artística porque empecé a hacer piezas de muy pequeño formato… era donde me encontraba cómoda para expresarme”.

-¿Era la típica niña artista?
“Era la típica empollona de plástica, estaba todo el día haciendo figuritas, casitas… de todo. Quería estudiar arquitectura, pero la realidad me llevó a darme cuenta de que quería trabajar con las manos. Luego, tuve la suerte de tener una familia que no se echó las manos a la cabeza cuando les comuniqué que me quería dedicar al arte; nunca escuché eso de ‘que de esto no vas a vivir’. Creo que lo importante es hacer lo que a uno le apasiona”.

-Cuando descubrió que le apasionaba la pequeña obra… se pasó a la joyería.
“Empecé haciendo esculturas que cabían en una mano. La técnica de la escultura me limitaba muchísimo y decidí hacer joyería, entonces descubrí que hacía más de 40 años que existía la joyería contemporánea, una forma de expresión diferente y me fui a Barcelona a formarme en la Escuela Massana que se enfoca a esto. Entonces, empecé a sentirme muy cómoda en el espacio del cuerpo; a dialogar con el cuerpo… Me di cuenta de que me podía expresar con la joyería y, también, que en Europa ya no hay jerarquías entre arte, diseño y artesanía porque han existido estructuras educacionales diferentes”.

-¿Cómo se dialoga con el espacio del cuerpo?
“La joyería se apoya en el cuerpo. Hay diferentes formas de llevar la joyería. Cuando hablamos de joyería comercial, las joyas están pensadas para embellecer a la persona pero en joyería contemporánea, te conviertes en peana de la obra que se apoya en diferentes partes del cuerpo. Esta es la forma de dialogar con el cuerpo. Por ejemplo, en mi último trabajo -pese a ser joyas- reflexiono sobre la decadencia del sistema en el que estamos”.

-¿Se entiende esta joyería como obra?
“Empieza a entenderse. Ahora mismo hay una exposición en la Sala de Arte Bronzo en La Laguna sobre joyería de autor y hay grandes museos en Europa que tienen salas dedicadas a esto”.

-Entonces… ¿no cree en la joyería como algo más ritual y simbólico?
“Claro. La joyería desde un comienzo empezó con las primeras funciones artísticas y con una función mágica. Luego se empezó a usar de una forma identificativa: se podía saber si una persona era un guerrero o si estaba soltera por las joyas que llevaba. Luego pasó al poder y a la ideología. La joyería está inserta en todos los ritos sociales”.

-¿Considera que al convertirse en un objeto de consumo ha perdido su valor?
“Ha perdido el valor simbólico y el emocional. Se sigue regalando la joya de una manera especial, aunque no sé si está al alcance de todo el mundo. Si tu abuela tenía unas piezas, las vas a heredar. Eso sigue en pie y sigue existiendo la joyería de amor, pero se ha convertido en un objeto de consumo y de ornamento puro y duro. Yo no lo critico, pero al convertirse en un objeto artístico, la joyería vuelve a tomar un aspecto simbólico”.

-Entre sus últimos proyectos está trasmitir todo lo que conoce y crear una academia de joyería, ¿verdad?
“En estos años de camino, he diseñado para gente, he hecho mi propia colección comercial y, viendo el panorama y que hay gente con mucho talento en Canarias, he decidido que lo mejor que puedo hacer es dar clase. Nunca he tenido demasiadas pretensiones y eso es bueno para el arte”.

-Ha creado un espacio muy singular en su propio hogar, ¿qué les enseña?
“Soy de pasitos chiquititos. La vida me ha enseñado que las cosas van poco a poco. Presenté el espacio en las redes sociales y está viniendo gente con muchas ganas. La idea no es solo enseñarles la técnica, sino abrirles el canal para que despierten esa faceta artística y creativa”.

-Pero… ¿cuál es su modelo de negocio?
“Cada uno tiene que saber cuál es su naturaleza. La mía es más creativa y de enseñanza. Si quieres producir y ser grande tienes que ir a China, no todo el mundo está capacitado para dirigir un proyecto de esas características. Yo soy más artista y mis piezas las compran especialmente los coleccionistas de arte, aunque las hago para que se luzcan. Cuando diseñas para una estructura comercial tienes que tener unos encorsetamientos, con las premisas de diseño, tiempo de producción y teniendo en cuenta la conciencia colectiva. Si innovas demasiado no entras en el lenguaje de la generalidad… en la joyería artística no hay límites”.

-Vamos que se divierte más con el arte…
“Mucho más, aunque la joyería comercial también te obliga a enriquecerte”.

-Trabaja últimamente con una reflexión hacia aquellos objetos que se pierden… ¿cómo?
“Reflexiono con piezas que extraigo de platería antigua propiedad de mi familia sobre lo que se está perdiendo. Las copio y las deconstruyo para dejar constancia de que hay procedimientos que se van perdiendo. Con esta idea expondré en junio en Barcelona”.