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Ingeniería social – Por Francisco Pomares

   

Dos noticias: la primera es que en 2014, la matriculación de coches de lujo, con un precio superior a los 60.000 euros, creció un 50 por ciento sobre 2013. También se dispararon las ventas de automóviles de gama alta, con precios comprendidos entre los 30.000 y los 40.000 euros. La segunda noticia es que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (que regula y vigila las actividades de la Bolsa) asegura -en contra de la posición defendida por los altos ejecutivos empresariales- que los beneficios no son el factor que determina la retribución: la media salarial entre los consejeros de las empresas del Ibex se acerca al medio millón de euros (con mejores o peores beneficios), y la de los administradores de empresas más pequeñas es superior a los 175.000 mensuales. Y eso sin contar las tarjetas, servicios y canonjías.

Así está el patio: después de siete años de crisis económica, se venden más coches de lujo que nunca -un indicador muy preciso del estado de ánimo de los que más tienen- y las grandes empresas pagan verdaderas fortunas a sus directivos, a pesar de que -según nos dicen esos que cada vez cobran más- la crisis ha desinflado los beneficios empresariales. Mientras, millones de españoles pierden sus propiedades y se quedan en la calle, en el peor de los casos, y en otros ven disminuir su capacidad de ahorro, y con ella la posibilidad de dar una educación y un futuro a sus hijos.

Después de siete años de lo que ha sido definido como la peor crisis del capitalismo moderno (yo creo que eso es una exageración, pero bueno…), comienza a percibirse una tímida reactivación económica, más alegría en los comercios y un lento calentamiento en el mundo de los negocios y las finanzas. El Banco Central Europeo, que se negó todos estos años a financiar eurobonos, inyecta un billón de euros en la economía real, comprando en parte deuda publica (eso son los eurobonos) y alentando el consumo. Tiene uno la sensación de que todo va a empezar lentamente a cambiar… ¿Todo? Bueno, no todo: mucha gente se ha quedado sin nada. Sin trabajo, sin lo que tenía, sin sanidad gratuita, sin servicios asistenciales y sin futuro. Y alguna gente -la que más responsabilidad tuvo en el inicio de la crisis- tiene ahora mucho más. No sólo no han perdido lo que tenían, sino que pueden comprarse coches de superlujo. Porque los gobiernos han trasvasado riqueza de los de abajo a los de arriba.

Eso es la crisis. Y si eso no es una operación de ingeniería social, díganme cómo se llama.