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Jubilarse jubileo – Por Wladimiro Pareja Ríos

   

Algunos piensan que, cuando se jubilan, ya han deshojado la margarita y comienza la cuenta atrás. Mi vecino no cree eso: se ha retirado hace cinco meses, cobra su pensión y lo veo caminando más alegre que nunca; le prepara a su esposa el almuerzo -en realidad siempre la sorprende con algún plato exótico con la que la pueda seducir-. Claramente, mi vecino disfruta y aprecia la vida. En esta época donde ya los hijos se han ido de casa (con suerte) buscando su independencia, de repente nos encontramos con nuestra pareja a solas y el número de separaciones y divorcios aumenta, porque no se saben tender puentes donde reencontrarse, donde establecer un nuevo proyecto de vida juntos, donde iniciar esta nueva época que nos brinda la vida. Algunos la aprovechan para el cuidado de los nietos, pero recordemos que nosotros ya hemos educado a nuestros hijos y es responsabilidad de ellos hacer lo mismo con los suyos. Nuestro consejo aquí sería solo ayudarlos, no sustituirlos. Planteemos hacer aquel viaje que pospusimos, aquellas actividades con las que disfrutábamos y que dejamos a un lado: escribamos, leamos, aprendamos a tocar el timple o la guitarra, plantemos en nuestro huerto tomates o papas, vayamos de senderismo o lo que fuera que nos hiciera gozar. Puede ser un momento de gran creatividad, de replantearnos qué es lo que queremos hacer y a qué queremos dedicar nuestro tiempo. Para algunas personas, jubilarse supone sentirse viejos de repente, porque sienten que dejan de ser útiles. Pero para otros, con actitudes más sanas, supone una gran oportunidad de emprender o retomar actividades que quedaron apartadas. “Siempre me gustó la carpintería”, “apuntarme a un coro”, “trabajar en una ONG”, “ir de pesca con mis amigos”. Ahora mi única preocupación es que mi vecino tenga pendiente y quiera aprender a tocar la trompeta.

*Psicólogo
wladimiropareja@gmail.com