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Universidad pública y de lujo

   

Estudiantes ULL

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SARAY ENCINOSO | Santa Cruz de Tenerife

La enseñanza superior sigue siendo pública, pero cada vez menos: para muchos estudiantes se está convirtiendo en un producto de gama alta. La reforma universitaria aprobada la semana pasada por el Ministerio de Educación, que permite a las universidades reducir el tiempo de las carreras y ampliar el de los másteres, generará un desajuste administrativo y académico dentro del territorio español -la duración de los mismos estudios será diferente según dónde se cursen-, pero también un sobrecoste económico -el precio de un crédito de máster en La Laguna y muchas otras universidades es ya tres veces superior a uno de grado-. Llegar a la Universidad podrá ser más barato, pero quedarse y formarse para un mundo cada vez más competitivo, mucho más complicado: la formación de posgrado, que se volverá prácticamente obligatoria para diferenciarse dentro del mercado laboral, quedará restringida en función del nivel adquisitivo o de las becas disponibles.

El ministro del ramo, José Ignacio Wert, impulsor de la normativa, prevé un incremento de los alumnos de nuevo ingreso: la inversión familiar será menor porque las carreras durarán menos. Durante los últimos años, la crisis y la subida de los precios de matrícula han alejado de las universidades a muchos chicos, que han encontrado en la Formación Profesional una salida. Ahora, el problema, más que ingresar en una universidad, será salir con una formación acorde y no con la certeza de que los másteres -estudios cada vez más demandados- son patrimonio exclusivo de las clases medias y las altas.

José Saturnino Martínez, profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna y experto en Economía Social, considera que la llegada de este sistema, conocido como 3+2, hay que analizarla desde varios puntos de vista. En primer lugar, el modelo nuevo llega sin que en España se haya analizado el actual, el plan Bolonia, que sustituyó el sistema de diplomaturas y licenciaturas (“también era un sistema de 3+2”), y del que no han terminado de salir las primeras promociones. En segundo lugar, la calidad de los nuevos grados, cuyo currículo académico se reducirá un 25%, puede verse deteriorada. Y, por último, la selección social que establecerá esta reestructuración puede dinamitar más la igualdad de oportunidades. “El máster ahora es más opcional, pero con el nuevo sistema no lo será tanto”, advierte Martínez.

José María Palazón, secretario general de la ULL y antiguo vicerrector de Ordenación Académica, defiende la postura de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE). “No parece una buena idea cambiar el modelo sin analizar cómo ha funcionado el que aún está vigente, el de 4+1”. Además, si no se produce un impulso decidido a las becas de máster, “completar la formación universitaria será el triple de caro: el precio del crédito de posgrado cuesta tres veces más que el de grado”. Además, Palazón vislumbra el mismo problema de acreditaciones que Martínez. “Al mismo tiempo convivirán egresados de las antiguas licenciaturas de cinco años, de grados de cuatro y, ahora, de tres”. A ese desorden habrá que sumar, además, que la misma carrera y el mismo máster podrá tener una duración distinta, lo que hará que un estudiante pueda cursar un grado largo, de cuatro años, y hacer un máster de dos en otra, y tener los mismos estudios que otro que solo haya pasado cuatro años en una universidad y que haya optado por el 3+1. Con estas distorsiones, ¿cómo valorarán los empleadores la calidad de la formación?

Martínez, que vaticina también un nuevo problema en los colegios profesionales con las ingenierías y las acreditaciones, está convencido de que la presión de algunas universidades, como las catalanas, y de otros sectores académicos que han actuado como lobby, han sido suficiente para que el equipo ministerial haga suyo el argumento de que es imprescindible adaptarse al modelo europeo. Recuerda, no obstante, que hace no muchos años, cuando se optó por el 4+1, el mismo Ministerio explicó que no era conveniente seguir el ejemplo de los países que habían optado por estudios iniciales de menor duración ya que se recortaba la calidad de la enseñanza. Además, el profesor lamenta “el papanatismo que siempre se da en España: esa tendencia a admirar lo que se hace fuera, como si aquí no se hicieran cosas buenas”. Sería conveniente, apunta, valorar cómo muchos profesionales de carreras sanitarias, “por poner un ejemplo”, se insertan fácilmente en el mercado internacional gracias a la alta calidad de la formación que reciben en las facultades españolas.

En definitiva, la reestructuración impulsada para que las titulaciones españolas se acomoden a la mayoría de países europeos traerá, a cambio, una deshomologación de fronteras para dentro: habrá titulados doblemente desiguales, por el dinero y por la universidad donde se gradúen. Esa necesidad de converger otra vez con la Unión llega en el peor momento. “A los jóvenes, cuando yo estudiaba, todo lo que significaba acercarse a Europa nos atraía, pero ahora ocurre justamente lo contrario”.