X

Assia Djebar, sí lo hizo

   

Signature_Assia_Djebar

LOLA SERRANO-NIZA

¿Se imaginan los lectores una ciudad sin hombres? Calles, tiendas, bancos, plazas, bares y todos los lugares que su fantasía pueda producir habitados masivamente por mujeres. Esto nos llevaría – por seguir imaginando- a que en la prensa solo aparecieran nombres femeninos: políticas, cantantes, futbolistas, actrices…y más allá, ¿se lo imaginan, señores? abrir al azar cualquier enciclopedia al uso de la historia de este país y solo conocer los entresijos de las reinas y las princesas herederas, las militares de rango superior gobernando y desgobernando, las intelectuales biografiadas por sus magníficas obras de referencias, las poetisas famosas y juezas que, acaso con una sentencia, trocaron el curso natural de la historia de alguna familia matriarcal de gran calibre.

AssiaDjebar sí que lo hizo y también lo escribió. Fue la escritora argelina que nos dio a leer un nuevo libro de Historia de su país, la historia de una colonización, de una guerra después, la historia de una encrucijada de culturas que retuercen sus distintas lenguas – con sus respectivos alfabetos- para repartir protagonismos y de ahí que el francés, el árabe y el bereber tengan cada una su propio espacio dentro de una sociedad diversa hasta más no poder aunque, eso sí, fuertemente unida por los rasgos comunes y los parámetros ideológicos que impone el patriarcado.

Por esta razón, AssíaDjebar (1936-2015) imaginó un mundo como el que yo les he propuesto. Un mundo de mujeres de blanco (el color del luto en algunas sociedades) que expresan sus emociones, sus intereses, sus sueños, anhelos y logros; en definitiva, su vida. Esta es la manera en que la escritora otorga veracidad a la historia misma porque, acaso no resultará más cierta esa versión histórica en la que ellas estén presentes y tengan voz propia, aunque esta realidad sea una simple ucronía.

Assía Djebar, además, con su magistral escritura, dotó a esta imaginada población femenina de una lengua propia: la de su cuerpo. Las dotó de legitimidad y autonomía con este nuevo idioma que los hombres tantas veces han pretendido enterrar y velar en un amasijo de tela.

Sin embargo, para alcanzar tan codiciada meta, esta escritora debió, primero, renunciar a su propio nombre: Fatima-ZohraImalayene y caminar por el mundo con un pseudónimo fugitivo que la llevó en vida a formar parte de la Academia Francesa, donde ingresó el 16 de junio de 2005 formando parte, claro está, del mísero diez por ciento que supone la cuota femenina de dicha institución.

Si a estas alturas del texto ya tienen curiosidad por saber quién era esta mujer tan imaginativa, les diré que fue una escritora árabe que escribía en francés –la lengua del colono- y que en sus novelas altamente autobiográficas, consiguió establecer el perfecto cañamazo entre la historia de Argelia y la de sus mujeres. Reivindicativa de los derechos de esas mujeres a las que ella hizo visibles, desde su discurso dentro y fuera de la literatura. Fue cineasta, dramaturga, crítica literaria, investigadora y profesora en la Universidad de Argel. Algunas de sus novelas traducidas al español [El amor, la fantasía (1990); Sombra sultana (2002); Lejos de Medina (1993 y 2004); Grande es la prisión (1997); El blanco de Argelia (1998); Las noches de Estrasburgo (2002) y Sin habitación propia (2009)] permiten a quienes lean en esta lengua conocer ese universo femenino, hasta ese momento silenciado y amortajado.

Y es que el mundo imaginado que les acabo de proponer solo estaba en la cabeza de esta argelina que murió despuntando este febrero. En su cabeza, y también en la de muchas otras mujeres que proclaman una sociedad igualitaria, donde la historia se escriba como en la vida misma, a dos bandas, mujeres y hombres. Y que se escriba sin que tiemble el pulso. Basta ya de ucronía.