Está más que demostrado en este Archipiélago que cualquier persona que opte a una responsabilidad institucional tiene que tener, antes incluso que la idoneidad para el cargo, el sello de procedencia de Tenerife o Gran Canaria. O las capitales, o la nada. El caso más reciente ha sido el de Asier Antona, que perdió todas las posibilidades de ser candidato a la Presidencia del Gobierno de Canarias del Partido Popular por haber nacido en el barrio de San Telmo, en Santa Cruz de La Palma. Otro gallo le habrÃa cantado si procediera de Ciudad JardÃn, en Las Palmas. Dudo que exista a dÃa de hoy un polÃtico en Canarias que conozca tan a fondo y dirija con tanto celo su partido como Antona. Un dÃa como hoy podrÃa estar desayunando con la agrupación del PP de Valverde, almorzando con los populares de Teguise y cenando en una bodega de Los Llanos de Aridane con afiliados de su partido. Pero, claro, el equilibrio en Canarias no se mide por el talento, el esfuerzo y la voluntad con la que trabajes, sino en función de la partida de nacimiento o, en el mejor de los casos, de residencia. Es decir, el territorio condiciona las aspiraciones y el equilibrio solo puede darse si a un candidato de Tenerife le plantas otro de Gran Canaria, pensando con una lógica pueblerina que en estas islas se vota por vecindad y no por otras razones de mucho mayor peso. Se trata de una procedimiento que no es patrimonio del PP en Canarias, sino de todos los partidos polÃticos, cuya voluntad transita en una lÃnea continua que va de la calle Castillo a Triana. Otro caso es el de Antonio Castro Cordobez. El actual presidente del Parlamento de Canarias ha podido ser legÃtimamente candidato a la Presidencia del Gobierno de Canarias, después de una larga y contrastada vida polÃtica, pero sus orÃgenes tijaraferos han impedido que las dos capitales de provincia apostaran por un candidato de la periferia. Es verdad que a esta situación, Castro Cordobez ha sabido sacarle provecho obteniendo para su gente de Coalición Canaria en La Palma importantes puestos de responsabilidad en el reparto de poder. Pero siempre ha quedado y quedará clavada esa espinita de no haber podido llegar hasta la cumbre, no por falta de méritos, sino porque arrancaba desde más lejos. El PSOE tampoco está ausente de esta forma de proceder. Manuel Marcos Pérez habrÃa sido infinitamente mejor candidato que José Miguel Pérez a la Presidencia autonómica, por no hablar de que no habrÃa llevado al marasmo en que se encuentra actualmente el PSC-PSOE, si no pierde aquel congreso por la mÃnima, donde tuvo que intervenir la dirección de Ferraz para frenar las aspiraciones del polÃtico de San Andrés y Sauces y ponerle en bandeja el poder al actual vicepresidente del Gobierno de Canarias.
He hablado de La Palma, pero lo mismo sucede con el resto de islas que no tienen nada que ver con el pleitismo y que históricamente han sufrido la infravaloración de las dos metrópolis. Una deuda que la democracia no ha sabido corregir, pese a que formalmente ha intentado equilibrar el nivel de representación. Siguen operando estos tics que cuestionan la naturaleza equitativa de un territorio disperso pero supuestamente unido.