De manera simultánea los Gobiernos de Venezuela y Paraguay exponen estos dÃas, en sendas muestras en España, los logros de sus Administraciones y las ventajas de invertir en sus territorios. Frente a la de Venezuela, dado que en España sus exiliados son mayorÃa, las protestas demostraron que oculta censura, desabastecimiento, persecución ideológica, hiperinflación, hiperdevaluación, corralito cambiario, represión, fractura social, y una inseguridad jurÃdica que quitó todo a centenares de españoles que llevaban décadas en ese paÃs. Caracas acusa de todo al Primer Mundo, especialmente su anfitriona: España. Por su parte, un Paraguay por décadas bajo la atroz dictadura de Alfredo Stroessner, seguida de una prolongada inestabilidad polÃtica tras recuperar la democracia, presentó su muestra sin conflictos y con la verdad. Que su Gobierno aun adeuda a su sociedad mejor educación, salud, vivienda, conquistas laborales; que persisten la corrupción y su no deseada posición de ruta del narcotráfico; los caciquismos regionales o -dada la permisividad para exportar divisas- el ilegal financiamiento a Hisbulla, por lo que Estados Unidos, tras el 11-S, analizó atacar la Triple Frontera (Brasil, Argentina, Paraguay), buscando allà a Osama bin Laden. De nada de ello Asunción acusa a España, pues expone una inflación del 6%, un PIB del 3,4% promedio durante diez años, moneda estable, alta exportación de energÃas renovables y alimentos, abastecimiento pleno, extracción de beneficios tras reinversión, seguridad jurÃdica y libertad de expresión. Paraguay y Venezuela muestran en España dos modelos y dos resultados, siendo fácil optar por la primera pues, a su incipiente éxito, le suma que no inventa teorÃas conspiranoicas para justificar la deuda pendiente con sus habitantes, como hace un chavismo que, pese a sus ofensas diplomáticas, más violaciones a la propiedad privada, intenta seducir inversores españoles y exportarnos su fracaso polÃtico-partidario en nuestra propia casa.
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