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Les Luthiers – Por Luis Ortega

   

Sus orígenes se localizan en los coros universitarios de Argentina y en los festivales celebrados a lo largo del país;  su arranque como grupo estable en el certamen de 1965 en San Miguel de Tucumán, donde se presentaron como I Musicisti y con la Cantata Laxatón. Transcurrido medio siglo, Les Luthiers mantienen el estilo que les imprimió Gerardo Masana (1937-1973), su fundador e inventor de los extravagantes instrumentos que usan en sus actuaciones. Canarias se convirtió en plaza habitual de sus exitosas giras y Lutherapia, su último espectáculo, en el mayor acontecimiento de la programación del Auditorio de Tenerife. Con la sobriedad de sus smokings y sus medidas puestas en escena, el humor inteligente y autocrítico para poner en solfa la actualidad, “y preocupaciones adyacentes”, Carlos Núñez Cortés, Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Carlos López Puccio, y Martin O’Connor y Horacio Tato Turano, superaron la afirmación de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera y demostraron que, no ya veinte, que cincuenta años “no son nada”, si se mantiene la imaginación, la voluntad de estilo, la fidelidad a un modelo y el compromiso de la excelencia; asimilado perfectamente por “los reemplazantes”, que son una cualificada extensión del quinteto y que, en esta turné, suplieron la ausencia de Daniel Rabinovich por razones médicas. En esta función, y a través del diván y la cháchara del psicoanalista argentino, regresó el protagonismo invisible del compositor Johann Sebastian Mastropiero -invención de Mundstock y Masana-, plagiario de músicas y biografías ajenas, con doble y hasta triple vida, y cariotipo ajustado a los creadores e intelectuales huecos que, a falta de talento, usan tiempo y energías en la creación y sostén de su imagen. Hiladas por la consulta profesional y con viejos y renovados artilugios sonoros, diez secuencias musicales -en los modos de opereta medieval, galopa somática, vals geriátrico, entre otros- concluyen en un delirante exorcismo sinfónico coral sobre el nacimiento del Anticristo. Para consuelo y tranquilidad de la cofradía de Nostradamus, comprometida secularmente en evitar el natalicio,  la temible criatura no trae desgracias ni calamidades desconocidas; sólo conflictos, hambre en el mundo, corrupción política e institucional y, además en cuotas razonables; por lo tanto, el vástago del Maligno, en versión femenina, y el progenitor, omnipresente y responsable total de cuanto ocurre -Mastropiero- recibe una apoteósica bienvenida. Con los mimbres y las exigencias de siempre, Les Luthiers siempre traen cestas cargadas de ingenio y humor sin barreras.