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Malas conciencias – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Malas conciencias, o conciencias transparentes, vacías. Podría ser el título de una película de terror. Se parece algo, pero no es el motivo de este humilde artículo. Quiero hacer hincapié en un fenómeno instalado en las políticas mentes de nuestros electos personajes. Cuando llega la hora de rendir cuentas, salvo excepciones como la de Pepe Segura, todos miran para otro lado porque no le han dado un palo al agua y se ponen a fardar de castidad, pureza, limpieza, entrega, etcétera, que da mucho que pensar.

Tamaña suerte de bondades es mentira, solo esconde incapacidad y holgazanería, no lo dude, más de la mitad del tiempo de más de la mitad de nuestros españoles políticos se dedica a hacer equilibrio inestable en el seno de sus partidos -las ubres del sistema-, para no ser descabalgados en la siguiente posta, la otra cuarta parte la pasan halagando a los medios de comunicación; ya sea filtrando o ya sea inventando, las fotos se mendigan, y lo que queda lo dedican a despachar con los asesores y gabinetes de adulones. Todo lo anterior se lleva a cabo con los dineros que tributamos a la caja común administrada por el monaguillo Montoro.

El paradigma del tan traído y llevado asunto de los ladrones políticos, a su vez casta como ella sola es la esperanza del pepé para Madrid, y cierra España. Aristócrata consorte, es la alegre Aguirre, la defensora de los símbolos patrios. Me parece el modelo de lo que sucede por dos cuestiones sencillas; una, practica un populismo de clase rayano en el descaro; cheli y chulesco en ocasiones, y, dos, ha vivido rodeada de una cuerda de zampabollos y trincones sin enterarse ni de la hora. Un ejemplo a destronar por más que le pese a sus gentiles del Cristo de Medinaceli. El poder en manos de malas gentes, unido a la avaricia ramplona genera desconcierto, vicio y rebeldía ciudadana. ¿Cuál es el resultado de esta endemoniada ecuación? Parálisis absoluta, presbicia extrema, y una pobreza infantil indecente.

Cuando miro para atrás y recuerdo mi paso por la política, me vengo al caparazón. Nadie sumaba, tan solo jugaban a hacerse la puñeta con la idea de obtener el poder que resulta de una bronca entre unos pocos cientos de conciencias transparentes por principios que si le cogen, corra.

Lo de los translucidos cristalinos en política es una broma de mal gusto que ya no se la cree nadie, los preferimos de carne y hueso. La mente es igual que un paracaídas, solo funciona si se abre, se lo leí a Albert Einstein. ¡Esto de leer es maravilloso!