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Precampaña electoral – Por Leopoldo Fernández

   

Ya estamos metidos en harina electoral. Partidos y agrupaciones preparan afanosamente sus listas para los comicios del 24 de mayo. Unos casi siempre funcionan dedocráticamente, con candidatos elegidos según lealtades, confianzas y enchufismos. Otros prefieren las primarias aunque, visto lo visto, dicen arrepentirse luego por las inesperadas candidaturas que produce tan ejemplar ejercicio democrático. Algunos más eligen a sus aspirantes a través de órganos más o menos representativos o pulsando opiniones. Pero quienes manejan los aparatos partidarios son proclives a premiar amiguismos y fidelidades para, llegado el caso, salvar ausencias y escollos en las candidaturas. Con tanto ajetreo, no faltan sorpresas y situaciones inesperadas. Es el caso del presidente del Cabildo grancanario, José Miguel Bravo de Laguna, quien ha sido todo en política; en su momento dimitió tras cosechar unos resultados electorales decepcionantes, luego fue rescatado por Soria y ahora, tras cuatro años en la Corporación insular, el ministro lo castiga porque no le hizo caso en el lío del hotel Oasis de Maspalomas. Bravo se subasta al mejor postor del centro o la derecha y anuncia, con Compromiso en plan ofertón, que quiere seguir en política, no importa con quién. Otro que se fue, pero puede volver si se lo piden, es Ricardo Melchior, ex presidente del Cabildo tinerfeño, hombre campechano y popular, capaz de hacer más atractiva la plancha de cualquier corporación. También está ahí, en primer plano, el alcalde de Arafo, José Juan Lemes: traiciona a su grupo político junto con cinco concejales más y, sin ser suya -porque la ganó con las siglas de la formación que ahora deja-, se lleva el acta de edil y se queda tan pancho, seguramente porque la ética no le dice nada pero sí un repentino ataque de desencanto con su partido, que lo acababa de nombrar presidente del comité electoral insular. Un cuarto ejemplo de desafección y yoismo lo protagoniza el alcalde de Ingenio, José Juan Gil, expulsado de su formación política y entregado ahora, como si le hubiera dado un superataque de ilusión, a la causa de su pueblo desde una agrupación independiente que va a constituir con su amigo del alma, acaparador de siete concejalías. Mientras, la ciudadanía sigue su vida como si nada.