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Edurne Zulaika San Sebastián >

“Quiero vivir, me dan igual las tetas”

   

FOTO: PATRI CÁMPORA

FOTO: PATRI CÁMPORA

SYLVIA MADERO/FOTO:PATRI CÁMPORA

A sus 37 años, es una mujer vitalista, de marcado carácter pero enorme nobleza y bondad que deja entrever con risas y anécdotas. Vegetariana, deportista (caminó hasta el campamento base del Anapurna) y con un estilo de vida que no encaja en los factores de riego de esta enfermedad, asegura que el cáncer no le ha cambiado la vida y que sigue siendo “una amazona con ganas de comerme el mundo”

Edurne es inquieta, dicharachera y rotundamente sincera. Para qué andarse con rodeos, si la vida son dos días, parece decir cuando te habla. Vasca de nacimiento e independizada desde los 16 años, trabaja para el Servicio Canario de Salud. El pasado julio de 2014 notó un pequeño bulto en el pecho derecho y se hizo una mamografía, con el temido resultado. “Cuando me lo dijeron, la primera sensación que tuve fue que me iba a morir”. Tras los resultados, había que averiguar hasta dónde había llegado el tumor, para lo que tendría que esperar cuatro días. Edurne cuenta que “esos días lo pasé fatal, fue un drama, pero ya cuando me confirmaron que el tumor estaba localizado ya todo me dio igual”.

Eligió que le extirparan el pecho completo, porque solo tenía un 20% de probabilidades de que la quimioterapia preventiva le redujera el tumor. “Era como intentar matar una mosca a cañonazos”, cuenta. Además, le aseguraron que si elegía cirugía conservadora tenía un 80% de probabilidades de que el cáncer volviera a reproducirse. “Lo que no quería era llegar a casa y estarme tocando las tetas todo el día y con la paranoia del 80% ese, así que ni me lo pensé, decidí que me quitaba el pecho”. En su caso, el ganglio centinela no dio positivo de cáncer en las pruebas pero cuando la operaron del pecho descubrieron que sí que estaba afectado, así que tuvieron que quitarle los nueve ganglios de la axila: “lo peor no es lo de la teta, es lo del brazo… para no tener linfoedema (hinchazón del brazo) y, aunque puedo moverlo perfectamente, estoy limitada de por vida a no cargar peso, no coger sol… y eso cambia mucho mi rutina, me tendrán que reubicar en el trabajo. Ahora que estoy de baja estoy que me subo por las paredes, llevo 14 años sin faltar ni un día”. Aún no ha empezado rehabilitación y puede mover el brazo perfectamente (puede que el que sea “super cañera y deportista, me he hecho el Anapurna y todo” como ella dice y que camine una media de siete horas diarias, incluso mientras recibía la quimio, ayude).

En cuanto al tratamiento, acaba de terminar sus sesiones de quimioterapia y le quedan 25 de radioterapia, una cada día durante 15 minutos. “La quimio fue tan cañera que hasta me salió la muela del juicio. En la segunda sesión me dio una neutropenia (bajada de defensas) terrible y tenía que moverme en silla de ruedas” pero advierte que “eso es solo al principio, luego el cuerpo se va haciendo y uno se acostumbra”. Es vegetariana desde siempre y para cree que eso ha sido “fundamental para llevar mejor el tratamiento, aunque eso de los factores de riesgo es un poco farsa, porque además de vegetariana soy deportista, tengo una vida plena y feliz, no fumo, solo me tomo mis vinitos de vez en cuando y mira, he tenido cáncer”. Ha decidido extirparse la mama sana y reconstruirse las dos para evitar problemas y no le preocupa “quiero vivir, me dan igual las tetas”. Sin embargo debe estar durante dos años “con una menopausia inducida que me tiene loca; estoy harta de sofocos y cambios de humor, pero he de hacerlo para frenar el apogeo hormonal que conlleva mi edad”.

No le da miedo mirarse al espejo, ni mostrar su cicatriz, ni su cabeza sin pelo, “me siento muy amazona, a veces ni me tapo la cabeza para salir a la calle ¿para qué?, mientras yo me encuentre bien los demás me dan igual” y sigue haciendo su vida sin que el cáncer le pare los pies, como nunca nada lo ha hecho.