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Veneno lingüístico – Por Andrés Brito

   

Existe una sustancia que inhalada te causa la muerte en pocos segundos, cuya presencia está demostrada no sólo en la lluvia ácida sino en casi todos los venenos, que en estado gaseoso provoca graves quemaduras y que estimula el desarrollo de las células cancerosas. Además, se usa como disolvente industrial y es tan ubicua que se ha detectado tanto en la comida basura como en los pesticidas. Para colmo, es tan corrosiva que deteriora los metales que entran en contacto con ella durante el tiempo suficiente. ¿Firmarías una petición para prohibirla? Te estoy hablando del “peligrosísimo” monóxido de dihidrógeno (MODH) o lo que es lo mismo… ¡el agua pura!

Esta broma científica fue creada a finales de los años 80 por Eric Lechner, Lars Norpchen y Matthew Kaufman en la Universidad de California y se hizo popular diez años después cuando Nathan Zohner, un chico de 14 años, la utilizó en un proyecto titulado ¿Cuán crédulos somos? ¿Qué sientes al saber que dependiendo de cómo te hable, por ejemplo de algo tan imprescindible como el agua, soy capaz de persuadirte, sin decir una sola mentira, de que se trata de una sustancia terrorífica? El poder de las palabras lo conocen muy bien quienes quieren convencernos de que compremos su producto o votemos su proyecto político.

Un proceso de coaching te ayudará a tomar conciencia de que eres un ser lingüístico que se pasa veinticuatro horas hablando consigo mismo o con los demás. Pero, ¿cómo es tu diálogo sobre tu propia persona? ¿Te automaltratas diciéndote cosas como “¡qué torpe soy!” o “no valgo para nada”? ¿Sabes el efecto que eso produce en ti? ¿Y si te estuviera pasando que, siendo “agua”, te hablaras como si fueras “veneno”?
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