X
la última de calero >

‘Ya veremos’ qué pasa…

   

En estos tiempos donde los ídolos, incluido el dinero, se tambalean porque parece que nadie cree en nada; porque los discursos políticos parecen hechos de una pasta gelatinosa, pegajosa a veces, y sin consistencia, no es de extrañar que se disparen las utopías como rebeldía en todos los territorios de nuestra vida. Lo digo porque he sido testigo durante estos meses de un fenómeno sorprendente y espontáneo, que nació de una broma radiofónica arropada por los analistas más exigentes de la actualidad de las islas, una ficción que a través de Teide Radio ha ido tomando cuerpo real, una fisonomía por momentos creíble, en la que un personaje recreado, el Caballero, ha levantado la voz de la gente de la calle con un nueva fórmula que se llama Ya veremos. No es un partido político herido de contradicciones internas y estructurales. Desde este proyecto el Caballero se zafa del lenguaje inconsistente que algunos pensadores asocian con una modernidad líquida, porque nada se sostiene y los puntales que soportaban los discursos y la realidad política están construidos con mentiras transitorias.

Y a medida que se acerca el mayo electorero con su sol criador en lo más alto, el Caballero se envalentona por el apoyo que recibe a través de las redes sociales y arma a golpe de improvisación un programa tan pegado a la realidad que resulta inquietante. Ya veremos no solo es una ficción radiofónica de repentismos, una improvisación desbocada, sino el reflejo del hastío de los ciudadanos ante quienes ostentan los poderes. El poder en la prensa, el poder en asuntos políticos y el poder de quienes controlan las tuberías por donde circulan los dineros; por eso no es de extrañar que Ya veremos construya mundos imposibles, justicias sociales revolucionarias, países idílicos que hacen inútil el libro de reclamaciones y que todo ello sea bienvenido por el oyente.

No es difícil encontrar la irracionalidad en el seno mismo de la democracia cuando los ciudadanos tienen que tomar el camino del silencio ante la decisión de la mayoría al hallarse en muchas ocasiones ante el dilema de creer en algo etéreo como Ya veremos o tener que plegarse ante lo contrario. Por otro lado, a menudo el populismo que se conforma con hacer ruido también se presenta como un gesto minoritario y rebelde ante la mayoría, como algo que viene de fuera,desde la periferia de la democracia y no como una contradicción interna del sistema. Hoy el término democracia en países como España demanda una revisión que ya está instalada en los medios de comunicación y en la calle. Las instituciones no responden a este presente en el que la democracia es presionada por sectores que se interpretan como minorías débiles, que se amplifican gracias a las redes sociales. La velocidad de crucero en la que estaban instaladas las democracias europeas, se halla interrumpida por nuevos vientos que ponen en entredicho viejos hábitos. No es de extrañar que partidos virtuales como Ya veremos representen reacciones inmediatas en busca de respuestas que, al parecer, el sistema actual no está en condiciones de dar. La revisión de las constituciones, en este caso la española, en la situación actual es una demanda clara. La monarquía se tambalea, se cuelan las voces de la calle en el Congreso, la presión de ciertos sectores ciudadanos ya no se ven representados en tercera persona, los llamados cauces democráticos están fuera del presente y bajo sospecha. La desconfianza se manifiesta sin mediación. Ante este panorama surge el populismo visto como una respuesta que se devalúa por estar asociado a la violencia y a reacciones poco racionales, y también gestos como el que lidera el Caballero que nos ponen en la pista hacia otro lenguaje y otro modo de hacer política que ya ha llegado para quedarse.