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25 años – Por Domingo-Luis Hernández

Es razonable que un día despiertes en la cama y descubras a tu lado a la chica que conociste hace treinta y tantos años. La cuestión que te planteas en un momento como ese siempre es el mismo: excepcional. Y el asunto no se resume tanto en que en un momento determinado decidieran compartir la vida juntos sino que ambos se han dado a conservar la vida juntos. De manera que es posible que un día hagas recuento y recapitules sobre el comienzo en el año tal y descubras que ya han transcurrido 25 años desde que decidiste fundar la iniciativa. Lo cual no es motivo para exponer en público lo que has contribuido a hacer durante ese largo tiempo, ni siquiera a confirmar que en el lugar en el que vives eso es un récord, por el número de revistas que has publicado, la cantidad de ejemplares que has impreso y las que has distribuido en todo el Estado y en partes del mundo así como los libros que has editado. Es común en Canarias anteponer la cantidad a otra cosa. Y la otra cosa reduce la aventura a lo que es: una verdadera hazaña particular en cada uno de los casos, que se repite durante todo ese tiempo. De manera que lo que expone La Página Ediciones durante este mes de abril en el Círculo de Bellas Artes es lo excepcional, lo que la fundamenta, lo que aclara su compromiso, su solidez, su posición y su postura.

Es y el proyecto se resume por dos cosas: la reflexión sobre lo mejor de la literatura de nuestro tiempo (la ajena y la propia) en íntima dependencia con el pensamiento de nuestro tiempo y la constatación de que el arte es acción, la “maquinaria de la acción”, que así se nombra a gaceta de arte, que es el modelo, como la eminente Revista de Canarias del XIX.

Aclara la existencia de La Página un programa sobre la curiosidad; el conocer y el especular para valorar y para compartir. Las inclusiones, las selecciones y las traducciones son un buen ejemplo de ello; y la permeabilidad, la novedad de los márgenes, la creatividad en la frontera, el valor del desplazamiento, el compromiso, la ética, las 7 plagas a las que el academicismo sentencia (como el feminismo, el cine…), el monstruo latinoamericano, la cercanía insular, la Europa que responde al inmovilismo semiótico, a la decadencia, al tradicionalismo, a la falacia de la autosuficiencia, de lo acabado…

Es posible que nos pregunten “¿qué hemos inventado?”, y que a esa pregunta respondamos “probablemente nada”. Lo cual no es mucho decir, porque tenemos historia. ¿Qué argumentar, pues? Que acaso e inevitablemente, como canarios que somos, repitamos lo que arguyó Cairasco, los Iriarte, Clavijo y Fajardo, los mentores de la dicha y extraordinaria Revista de Canarias o gaceta de arte, Tomás Morales y Alonso Quesada en el modernismo, la vanguardia ya citada o la renovación narrativa en la posguerra de Isaac de Vega; que acaso permanecemos atados al demonio insular de la novelería (cual nos enseñó don Domingo Pérez Minik), de proyectarnos más allá de lo que nos encierra y del terror poscolonial por la ausencia del padre en la cultura. La Página, entonces (si a algo responde en su trayecto), es al rigor y a la perspectiva, esa que nos hace responsables con lo que fuimos, somos y queremos ser sin excusas, esto es, sin fortificar murallas a nuestro alrededor, sin alzar empalizadas ante nuestros ojos, muros que nos defiendan del otro porque somos “muy de aquí” y tal cosa es suficiente; bien al contrario, con el arrojo y la promulgación honesta del salir (cual Homero asumió al principio de la Odisea) descubrir y descubrirnos, oír los murmullos de la diferencia y subrayar nuestra posición que es (también) un modo de exponer identidad.
Esos somos.