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Churchill – Por Tinerfe Fumero

Sobre el delincuente, los delitos y alguna pasión más bien baja

Aunque parezca mentira, muchos españoles desconocen aún quién fue Concepción Arenal, la primera gran figura del feminismo español en un tiempo en el que ser mujer era ser un ciudadano de segunda. Si además mujer y pobre, ni siquiera eso. Arenal sí que es conocida por una sencilla frase que se usa para iniciar a los españoles en lo que debe guiar a toda política penitenciaria que se precie propia de un Estado de Derecho. Odia al delito y compadece al delincuente, dijo Arenal, y el latiguillo se repite en cualquier aula de iniciación a las ciencias jurídicas para explicar por qué la reinserción de todo preso es el objetivo, nunca otro. Cierto es que hay casos en que, por la maldad de las acciones cometidas o por lo terrible del daño a las víctimas, es difícil no dejarse llevar por pasión tan baja como poderosa como es la venganza. Pero Arenal tenía razón. Acertó de pleno y ojalá cada pena pudiera ajustarse a las necesidades de cada condenado para su normal reintegración en la sociedad. Es tan obvio que, por eso, llama la atención que se jalee la entrada en prisión de cualquier persona. En todo caso, festejemos la condena si entendemos que con ella se hace justicia, pero blindemos nuestra dignidad y sigamos compadeciendo al delincuente.