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Como la sombra que se va – Por Saray Encinoso

Iba a ser la historia de James Earl Ray, el hombre que mató a Martin Luther King y que en su huida acabó en Lisboa con la esperanza de subirse a algún barco que lo llevara hasta África. Antonio Muñoz Molina empezó a recopilar información sobre el asesinato del líder de la comunidad afroamericana sin saber que su interés acabaría siendo el germen de un libro sobre su propia vida, sobre el hombre que era y el que hoy es, sobre cómo su vocación cambió su vida.

Durante mucho tiempo, el escritor andaluz recopiló una cantidad ingente de información sobre aquel sujeto que leía novelas de James Bond, que compraba todos los días varios periódicos norteamericanos, que contrataba regularmente el servicio de prostitutas, que disfrutaba bebiendo cervezas, que soñaba con retirarse en alguna colonia africana como un héroe. Sin embargo, a medida que se adentraba en la compleja conciencia de aquel hombre, también lo hacía en la suya. Visitó el motel Lorreine, en Texas, para situarse en el punto de mira del tirador e imaginar dónde estaba exactamente Luther King cuando cayó desplomado, pero también voló hasta Lisboa, para ver el hotel Portugal, donde tantas noches en vela pasó Ray. Y entonces sucedió: se acordó de los cuatro días que estuvo allí cuando escribía El invierno en Lisboa, la novela que lo convirtió en un escritor conocido y que tuvo ese efecto dominó que solo se reconoce con el paso del tiempo. La vida de la que culpablemente había querido escapar -su esposa, sus dos hijos y el piso de protección oficial- fue desdibujándose y dando paso a otra.

Elvira Lindo lo entrevistó cuando lo publicó y, poco tiempo después volvieron a encontrarse justo la noche previa a que él conociera, también por azar, a uno de sus referentes, Juan Carlos Onetti, postrado en su cama, con el vaso de vino aguado en la mesilla. Ese mismo día también volvió a partir hacia la capital portuguesa; todo tenía el mismo epicentro. Quizás por eso, por mucho que Muñoz Molina quiera escribir sobre otras historias que ocurrieron en Lisboa, esa ciudad -a la que fue en tren cuando su hijo acababa de nacer para poder escribir El invierno en Lisboa y a la que volvió para poder escribir Como la sombra que se va 26 años después, cuando ese mismo hijo vivía allí con su novia- es el origen de todo. Volver a los principios tiene un efecto demoledor: ese retroceso -y años de investigación- hace que sea capaz de imaginar las pasiones que movieron a Ray, pero también de reconocer las suyas, las de entonces y las de ahora. Es un ejercicio de sinceridad abrumador, por su magnitud y por su excepcionalidad.

@sarayencinoso