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La impaciencia del héroe

Foto SERGIO MÉNDEZ
Foto SERGIO MÉNDEZ

JOSÉ AMARO CARRILLO | Santa Cruz de Tenerife

De las tres acepciones que el Diccionario de uso del español de María Moliner contempla para la palabra héroe justo es la segunda (“Persona que ha realizado una hazaña admirable, para la que se requiere mucho valor”) la que mejor encaja con la biografía de Norberto Chávez Oliva, un orotavense que, en 2008, con treinta años de edad, sufrió un accidente de moto que paralizó su cuerpo de cintura para abajo y lo condenó a partir de entonces a una vida llena de obstáculos y de miedos que este hombre, que aguarda con impaciencia el nacimiento, en apenas un par de semanas, de Martín, su primer hijo, ha combatido con un coraje cuando menos aleccionador.

Consecuente con una de las más repetidas consignas que los internos reciben en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo (“La silla de ruedas la llevas en el culo, no en la cabeza”), Norberto Chávez optó por no regodearse en el infortunio y la autocompasión y, después de cuatro meses de una inmovilidad casi absoluta, empezó a convertir en certeza física la verdad contenida en el antiquísimo aforismo atribuido a Lao-Tsé: “Un camino de mil millas comienza siempre con un primer paso”. Y, en el caso de Norberto, que a la vértebra dañada se sumaban las graves lesiones sufridas en el hombro izquierdo, ese primer escalón consistió en recuperar su mano, que amenazaba con convertirse en un garfio inerte.

Antes del accidente, nuestro héroe a la fuerza trabajaba en la construcción como ferrallista: “Nunca se me dieron los estudios. Se me resistió el BUP y lo dejé en Tercero. Luego hice la mili y en cuanto me licencié me puse a trabajar con mi padre como peón. Me despedí a mí mismo -comenta con sorna, al referirse al terrible choque que sufrió con su moto-, cuando empezaba a notarse la crisis en el sector”.

“Durante los cuatro meses que pasé inmóvil, pegado a la cama, tuve tiempo de pensar en todo. Pensé que, después de salir de Toledo, iba a pasarme la vida en una residencia, dependiendo de los demás. Pero mi padre me hizo ver un poco la luz y me explicó que, al cabo de un tiempo y de mucho esfuerzo, algunos pacientes en mi misma situación recuperaban la movilidad, con limitaciones, pero disfrutando de cierta autonomía”, relata Norberto Chávez, a quien le tiembla ligeramente la voz al reconocer que sus padres, Gregorio y María Candelaria, lo dejaron todo para acompañarlo, desde el primer día, en su particular odisea, en la que tampoco ha faltado el respaldo incondicional de sus tres hermanos.

Con una fuerza de voluntad digna de un coloso, este hombre se sobrepuso a la pérdida de su capacidad pulmonar y emprendió la senda de la recuperación a través del deporte: “Aunque no era un deportista nato, siempre me cuidé. No fumaba, probaba el alcohol de vez en cuando y jugaba al fútbol en un equipo de aficionados”.

En la actualidad, Norberto participa, dentro y fuera del Archipiélago, en pruebas de triatlón, especialidad olímpica, de enorme exigencia, que combina la natación, el ciclismo y el atletismo, y en la que él destaca como el único practicante en Canarias que va en silla de ruedas: “Compito para seguir entrenando, no entreno para competir”, asegura, mientras espera con ilusión el próximo 23 de mayo, en Lanzarote, ya que será entonces cuando se desquite de su frustrada experiencia del pasado año, en el Iron Man (una proeza consistente en realizar 3.800 metros a nado, 180 kilómetros en bicicleta adaptada y 42 kilómetros en silla de ruedas), donde se extravió en una rotonda tras cubrir más de doce horas de carrera. Además de pasar del orden de dos a tres reconocimientos médicos anuales, este atleta formidable se toma muy en serio su forma física. Entrena entre una y siete horas al día, en sesiones de carrera en silla de ruedas, de kilómetros en bicicleta o en la piscina y de pesas en el gimnasio. Como es lógico, se muestra beligerante con la falta de apoyo que las instituciones públicas prestan a los deportes minoritarios en general y al adaptado en singular.

“El fútbol ha dejado de interesarme, ya ni lo sigo por los periódicos. No es justo que un negocio como ése se lleve casi todas las ayudas y subvenciones. Aquí es casi imposible salir a entrenar en carretera. Algo que en la Península sí se puede hacer. Por ejemplo, en Castellón, donde he vivido últimamente, llegamos a juntarnos ocho o diez. Aquí sólo se puede entrenar en la pista de atletismo de Los Realejos o en el polígono de San Jerónimo, en La Orotava”, reclama Norberto, quien, por el contrario, se muestra muy agradecido a All In Your Mind, una empresa especializada en preparación física y alto rendimiento, localizada en Madrid, con la que contactó en 2010 y que jamás le ha cobrado un euro por los servicios de asesoramiento que le presta (en nutrición, planificación, tablas de ejercicios…) y al personal del Complejo Deportivo El Mayorazgo, recinto que, a estas alturas, siente ya como su segundo hogar. Asimismo, toda su equipación corre a cargo de Tuga Active Wear, una firma catalana que le suministra el material a cambio de publicitar la marca.

A Norberto hace tiempo que dejaron de darle miedo las cosas. Ahora, lo único que aviva el escozor de la ansiedad es la espera de la llegada de su primer hijo, Martín (“Tengo impaciencia y ganas de verlo y de que me conozca, de ver cómo crece. Es todo un reto”), fruto de su relación de cuatro años con Lola Jerez, una fisioterapeuta toledana que conoció en el Hospital de Parapléjicos y con quien emprendió una vida en común donde sólo son mal recibidas ciertas miradas de extrañeza o compasión.

“A veces me molestan las miradas de pena que veo en los ojos de los demás”, confiesa este corredor de fondo, con corazón de velocista y alma de titán espartano, que vive con vertiginoso sosiego el día a día, ignorando el dolor: el real o el neuropático (malestar físico localizado en zonas del cuerpo donde las terminaciones nerviosas son como una vía de ferrocarril muerta).

En el cine, en un hotel o en la piscina en la que entrena diariamente, Norberto Chávez Oliva no pide accesos especiales, ni instalaciones adaptadas. Sólo quiere llevar una vida normal en la que se respete su deseo a pasar desapercibido y a no quejarse.

Experiencias

A través de la asociación deportiva Maskmororun, una ex compañera de instituto y paisana suya, Carolina Escobar, contactó con Norberto Chávez para invitarle a que acudiera al centro en el que actualmente ella imparte clases como profesora de Lengua, el IES Tomás de Iriarte, en el santacrucero barrio de Ofra, con el propósito de que les diese una breve charla sobre su experiencia personal a medio centenar de adolescentes, un tanto adormecidos por la desidia y la falta de motivación. El encuentro no pudo resultar más impactante y emotivo para estos jóvenes, en su mayoría, desencantados de la vida y sin un horizonte meridiano en el que fijar la vista.

El testimonio directo, sincero, de primera mano, que pudieron escuchar y ver esa mañana, a muchos les marcará, para bien, un antes y un después en sus respectivas trayectorias. Semanas más tarde, la profesora le hizo entrega a Norberto de las cartas que algunos de estos chicos y chicas le escribieron como prueba de haber captado el mensaje: todo es posible si uno no pierde la fe en sí mismo aunque necesite, para ello, recibir de buen grado la ayuda de los demás.