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Jorge Pérez – Por Luis Ortega

Cuando a las cualidades innatas -facilidad dibujística e intuitiva percepción del color- se suma una imaginación torrencial, un aprendizaje exigente y una notable capacidad de trabajo el resultado siempre es bueno y en su caso, además, cargado de gratas sorpresas. El tinerfeño Jorge Pérez Rodríguez (1971) se diplomó en diseño gráfico en la santacrucera Escuela de Arte Fernando Estévez y se licenció en Bellas Artes por la Universidad de La Laguna. A partir del año 2000 residió en Amberes y, desde la bella ciudad flamenca, viajó por toda Europa, América Latina, Oriente Medio, Singapur, Australia y Nueva Zelanda, donde conoció a su esposa y madre de sus dos hijos. Tiene en su haber una veintena de muestras individuales y obras en instituciones públicas y colecciones privadas de varios países. Sus últimas creaciones, realizadas a lo largo del año 2014, discurren por los derroteros del realismo mágico, entendido como preocupación estilística y con el propósito de mostrar lo irreal, extraño y exótico, con la objetividad y contundencia de lo cotidiano. No trata de buscar emociones sino, más bien, de despertarlas a través de la verosimilitud de lo fantástico y lo irreal que parte, pongamos dos casos, de un tangible y tierno retrato infantil incluido en un entorno ideado de formas sugestivas y atrayentes colores; o un caprichoso jardinero que cumple su labor en un mágico jardín de flora turgente, compuesta por semillas o callaos redimidos de sus limitaciones cromáticas, y remarcado por un borde montañoso que nuestro inconsciente reconoce como insular. Nada hay, según confiesa, que no tenga inspiración y origen en la verdad, en la actitud y comportamiento diario que se plantea, sin negar su esencia como una realidad alterada, o insistida hasta el punto que su verosimilitud y crédito excesivos la ponen en cuestión. Ahí están los viajes de una flor por un espacio acuático o las gentes o elementos comunes sometidos a la adivinación o negación poética que, según el tema, es la voluntad de un artista de excelente formación en todas las técnicas y materiales. Frente a las mentes estrechas, que desprecian la estirpe literaria de la pintura, saludo con satisfacción y sorpresa la exposición Delirium Tremens, abierta en ArteGalería porque, con sus virtudes de oficio y la adivinación o negación poética como meta, ofrece alternativas con la naturaleza y el hombre como protagonistas -y pese a sus audaces composiciones, juegos, equilibrios y envolturas- en líricas atmósferas que transmiten normalidad, gozosa normalidad.