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José Quintela – Por Luis Ortega

A la lectura de un reportaje se unió el email de un amigo con una fotografía donde, en un amplio grupo, rodeamos a un franciscano conocido en la Galicia ruda y mágica. La noticia dio para una charla y, por ella, supe las andanzas de José Quintela Arias (1959), el fraile más popular de su orden y de mejor reputación en el Camino de Santiago.

De añejo aspecto y caudalosa verborrea, hace años se ganó a los parroquianos de un núcleo de Los Ancares de Lugo, a mil trescientos metros de altura y en la jurisdicción de Pedrafita. Fundado en el año 863 para alojar a peregrinos y bajo la tutela de los reyes leoneses, O Cebeiro fue, y es aún, la puerta de entrada de cuantos europeos buscan la Tumba del Apóstol por la ruta francesa. El templo prerrománico de Santa María y las pallozas, típicas de la comarca, conforman una estampa única que su ermitaño ensalzaba con ingenio y adornaba con hechos ciertos y leyendas; cuidaba con mimo el santuario y lo mantenía accesible todo el año, “peleando contra las piedras, la lluvia y las copiosas nevadas”. Recibía cuantiosas limosnas y obsequios por su trato y, además, “ejercía la caridad cristiana con los caminantes pobres, a los que invitaba a comer en la taberna y les daba chirucas y ropa si la necesitaban”. Con fotos y exóticos regalos, presumía de tener “amistades en medio mundo” y, fuera de algún trago para matar el frío y la soledad, nadie le atribuía “gustos malos o humanas debilidades”. En la visita de 2010, los lugareños hablaron maravillas de Pepe -o fray José, para los respetuosos-, de su piedad y “pronta disposición para ayudar a cambio de una sonrisa”, y hasta algún exaltado lo comparó con Juan Santín, que afamó para siempre estos lugares y, que a su tiempo, tendrá sitio en esta esquina.

Ahora quienes le elogiaron e, incluso, quienes lo descubrimos por azar, nos sorprendemos tras su detención por la Guardia Civil -que le vigilaba por denuncias anónimas- acusado de inducción a la prostitución y presuntos abusos sexuales a una menor y a un discapacitado, así como de la apropiación indebida y continuada del dinero del cepillo más rentable de la Ruta Jacobea. Según un rotativo gallego, el detenido confesó su responsabilidad en los delitos que se le imputan y sus convecinos “no salen del pasmo desde el pasado 23 de febrero”. Con su realidad y su trastienda, el caso podría haber sido escrito por Fernández Flores y mi colega, con galaica retranca, lo apostilla con el recurrente salsero de Rubén Blades: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…”.