Lisboa romántica

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TEXTO Y FOTOS:SALVADOR AZNAR

La ciudad de Lisboa, con ese claro toque de romanticismo y poesía, donde aún circulan tradicionales y llamativos tranvías, que suben y bajan entre los sugerentes y diferenciados barrios de la ciudad, se presta como escenario ideal para el paseo tranquilo de los enamorados, que cogidos de la mano podrán recorrer y descubrir los más entrañables y pintorescos rincones de esta ciudad, disfrutando de la magia y del cierto encanto decadente que esta vecina capital portuguesa posee.

La fascinante ciudad, donde nació el poeta Fernando Pessoa, uno de los más brillantes y destacados literatos de Portugal, ofrece a los visitantes un variado y extenso plan de visitas imprescindibles, para que puedas comenzar a descubrir cómo la vida que bulle por entre sus barrios, calles y plazas, va convirtiendo la experiencia, en un cúmulo de sensaciones, que se impregnarán en tu memoria y de las que ya, te será difícil desprenderte.

La ciudad de Lisboa, asentada en el estuario del río Tajo, con una superficie de casi 3.000 kilómetros cuadrados y una población que supera el medio millón de habitantes, cuenta con numerosos vestigios arquitectónicos y monumentales reminiscencias de su esplendoroso pasado colonial y de la proyección mundial que tuvieron los portugueses a través de sus marinos y conquistadores. Estas históricas condiciones hacen que Lisboa siga teniendo una apariencia urbanística, que de alguna manera nos traslada en el tiempo hasta la época de las colonias. La arquitectura, la distribución de sus calles y una exuberante vegetación en la que abundan las palmeras, me hace recordar ciudades de Cuba, Brasil o Ecuador.

Puedes comenzar con tu recorrido por la ciudad, en el barrio de la Baixa, que es por así decirlo, el corazón de la vieja Lisboa, el barrio más céntrico que fue reconstruido tras el terremoto de 1755, por el Marqués de Pombal. Este barrio de estilo clásico y con multitud de fachadas recubiertas de azulejos, es en la actualidad, un importante centro neurálgico y comercial de la ciudad, con plazas y avenidas siempre transitadas por turistas y lisboetas, tales como la Plaza de los Restauradores, en la que se encuentran las oficinas de información turística, la Plaza de Rossio, donde podrás comprar flores con las que obsequiar a tu pareja en cualquiera de los puestos que allí se encuentran, pasear por la Plaza de Figueira, presidida por una estatua ecuestre del Rey Juan I y la del Comercio, asomada al río Tajo, que fue la puerta de Lisboa, durante las décadas del auge comercial y marítimo o subirte en el elevador de Santa Justa construido por el ingeniero Raoul Mesnier de Ponsard, que fuera discípulo de Eiffel, el creador de la conocida torre de París, para desde allí disfrutar de una esplendida panorámica de la ciudad y del Castillo de San Jorge, construido por los visigodos en el siglo V y posteriormente ampliado por los musulmanes, que lo convirtieron el centro de la ciudad. La obligada visita al castillo de San Jorge es conveniente tomársela con calma para poder recorrer tanto la propia fortaleza como las zonas de paseo que lo circundan, disfrutando de las vistas sobre la ciudad de Lisboa y el río Tajo. Así mismo, los barrios de Alfama, Chiado y Barrio Alto, también merecen ser recorridos con calma visitando cada uno de sus monumentos y miradores.

Uno de los emplazamientos que no debes dejar de visitar, es sin lugar a dudas el barrio de Belém, el lugar que vio partir a los primeros navegantes y conquistadores portugueses, que tanta gloria y riquezas dieron a su país. En este barrio se erigen tres de las más importantes construcciones emblemáticas de la ciudad, la torre de Belém, el Monasterio de Los Jerónimos y el monumento a los descubrimientos, sin olvidarnos del Palacio de Belém, el museo de coches antiguos y, cómo no, la fábrica de pasteles, cuya receta se mantiene en el más riguroso de los secretos, por los artesanos propietarios de la misma.

A medida que vayas conociendo el talante de esta ciudad y de sus gentes, entenderás que en Lisboa todo invita al descubrimiento pausado del lugar, saboreando cada momento como si de un excelente vino de Oporto, de sabor algo dulzón, se tratara. Déjate sorprender por los interesantes rincones, que poco a poco irán estimulando el ánimo, hasta casi llegar a cierto estado de relativa embriaguez, sobre todo cuando las luces del atardecer iluminen cálidamente las fachadas de sus históricos barrios y las melancólicas notas de los fados vayan surgiendo en el ambiente, entremezcladas con las ropas tendidas en las ventanas, que se mecen con la brisa de la tarde y las historias cotidianas que sentados en sus calles y plazas comparten los vecinos. Mientras, tú, junto a tu pareja, buscas un rincón tranquilo y agradable para descansar del largo paseo por entre los barrios de la ciudad, con el deseo de disfrutar de una entrañable cena romántica a la tenue luz de las velas, en el restaurante o taberna que elijas de entre la variada oferta que se puede encontrar en los diferentes entornos de esta romántica ciudad.

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