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Mediterráneo – Por Saray Encinoso

Es fácil ponerse en la piel de las autoridades italianas. Piden ayuda, igual que hicieron los políticos canarios cuando en 2006 llegaron al Archipiélago más de 25.000 personas subidas a cayucos y pateras. El mar Mediterráneo no deja de engullir cuerpos, igual que lo hizo entonces el Atlántico, y el gobierno insiste en que es incapaz de atender a todos los que consiguen llegar a tierra, que no cuenta con medios suficientes; aunque Italia solo sea una escala, aunque el destino final esté en otro país. Es un asunto europeo y es la Unión quien debe dar una respuesta. Es un problema humanitario que afecta a todo el continente, pero también económico. Son números, pero, lo más importante, son personas. Entonces, ¿cuál es la solución?

Canarias consiguió frenar la inmigración con ayuda española y europea: se impulsaron dos planes África, se abrieron consulados en los países de origen y se aumentó la ayuda oficial al desarrollo, pero, sobre todo, se blindaron las fronteras. El control policial en origen cambió las rutas de la inmigración, pero no acabó con la necesidad de huir ni con la proliferación de mafias. Está demostrado que la inversión en países subdesarrollados no evita el movimiento de personas, igual que tampoco lo hacen las alambradas. Según Acnur, durante 2014 llegaron a las costas italianas 34.000 ciudadanos eritreos. En este país, que se independizó de Etiopía en 1993, no existe el Estado de Derecho ni la Constitución. La libertad de movimiento, de asociación o de culto ni se imagina. La formación militar no solo es obligatoria, sino que se ha vuelto un modo de vida. Las detenciones arbitrarias son un hecho cotidiano, igual que las ejecuciones extrajudiciales y las torturas. Se habla de cárceles bajo tierra y confinamientos de presos en contenedores de metal, torturas, violaciones…

Dentro de la Unión Europea, Reino Unido lidera la tesis -compartida, entre otros, por el ministro español Jorge Fernández Díaz- de que las mafias se aprovechan de la “solidaridad” europea y que salvar vidas genera un peligroso “efecto llamada”. Idear una política migratoria para todo un continente es una tarea compleja si se evitan los posicionamientos simples. Lo que es evidente es que nunca lo conseguiremos si no entendemos que en el lugar de quienes nos tenemos que poner es en el de esos miles y miles y miles de refugiados que se pasan años intentando salir de su país. Muchas veces solo para morir en otro lugar.
@sarayencinoso