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Mi imagen personal – Por José Juan Rivero

La imagen personal, esa idea que tenemos de cómo creemos que nos ven los demás. Nos referimos a nuestros rasgos físicos, a cómo nos movemos o caminamos, a nuestra mirada, nuestra risa y nuestra sonrisa o incluso el tono de voz, etcétera. Es nuestra tarjeta de presentación a los demás e influye directamente en cómo actuamos o cómo somos. Es a partir de los ocho años cuando comenzamos a dejarnos influir por esa idea de cómo nos percibimos, el no sentirnos a gusto con ella puede llevarnos a que aparezcan los primeros complejos. Comenzamos así a percibirnos y a vernos reflejados en los demás de manera positiva o negativa. Es en la adolescencia donde esta imagen y la influencia de los amigos puede afectar a nuestra manera de percibirnos y de ir conformando nuestro concepto personal y nuestra autoestima. Esta imagen corporal distorsionada hace que nos sintamos mal ante un rasgo personal o físico del que pensamos que no entra en los cánones sociales o que nuestros amigos comiencen a burlarse de nosotros. Es en la infancia y la adolescencia cuando estas situaciones deben de ser tratadas por los padres no minimizando los sentimientos, ni la importancia que les otorgan a los mismos, ya que aunque nos parezcan una tontería, el sufrimiento que se experimenta es real. En estos momentos del desarrollo vital es necesario potenciar herramientas que fortalezcan las inseguridades, entendiendo que las personas somos diferentes, haciendo un énfasis especial para aprender a valorarse, destacando y potenciando cualidades y virtudes positivas. Debemos entender que la excelencia está en la diferencia, que esto implica vivir según nuestros propios gustos y características, valorando en su justa medida la influencia de los otros sobre cada uno de nosotros. Sin duda existe una idea errónea a derrocar: “Tenemos que gustar a todo el mundo”, cosa que es imposible. Además de entender que siempre habrá gente más guapa o fea, más alta o baja o más delgada o gruesa, y que todo radica en cómo nos vemos y la valoración que tenemos de nosotros mismos, es decir, de nuestra autoestima. En ocasiones hacer una lista de lo que pensamos, de nuestros defectos, y también de nuestras virtudes, potenciando esa visión que nos permita centrarnos en esas características positivas que nos ayuden a minimizar esos rasgos negativos, y que debemos ir asumiendo, lo que sin duda reforzará nuestra autoestima para así ir ganando en confianza y seguridad.

*Psicólogo y miembro de la Sociedad Española de Psicología Positiva
@jriveroperez