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Pies de cemento

POR ANTONIO SALAZAR

PACO GÓMEZ
Paco Gómez

Ha sido siempre un empresario dotado de inteligencia natural desde los tiempos en que se ganaba la vida con pesados trabajos impropios para un niño de doce años, hijo de su tiempo. Ha dado la sensación de elegir siempre bien sus proyectos. Su empresa, PIDA, es una de las punteras en importación de alimentos y su filosofía de no repartir dividendos sino reinvertir le ha dado ‘pies de cemento’ para aguantar una crisis que se llevó por delante a varios competidores.

-¿Qué tal les ha ido en la crisis?

“Sufrimos problemas de todo tipo, empresas con las que nos relacionábamos tuvieron que cerrar, impagos y esa clase de inconvenientes. Los márgenes se redujeron, los beneficios cayeron pero parece que empiezan a mejorar algo las cosas”.

-¿Lo peor quedó atrás?

“Creo que hemos pasado lo peor. Hoy puedes discutir las condiciones de un préstamo con la banca y creo que es una buena señal. Hubo un momento en que se cerró por completo, los años de 2010 a 2014 fueron terribles. Antes recuerdo al director comercial del Banco de Santander ofrecerme dinero gratis, en la época en que parecía que no había límites. Para nosotros estar bien en algunos bancos y no tener un gran endeudamiento fue vital, nos dio la posibilidad de tener pies de cemento”.

-Si lo peor ya lo pasamos, ¿existe algo que le inquiete en el futuro?

Claro. Tenemos miedo político porque es un año de elecciones y de eso dependerá que podamos enganchar una racha de buenos años de crecimiento económico. El ganador no debe amenazar la incipiente mejoría.

-¿Ha vivido años complicados en esta crisis? ¿Le ha ocupado más que preocupado?

“Las dos cosas. Me ha ocupado y también estuve preocupado porque la situación estuvo complicada. Nosotros, con mi socio Martín García Garzón, entramos en el sector hotelero con empresarios de la construcción, que obviamente lo pasaron algo peor que nosotros. Me vi con más de treinta millones de deuda y si hubiese tenido que hacerle frente podría haber arrastrado al grupo. Pero el buen hacer de esos socios en el Hotel Marilanza, una sobria gestión hizo que lo peor también pasara y hoy, no solo no es una preocupación, sino que estamos muy contentos de estar con ellos”.

-Entraron en Hiperdino, ahora en Frionorte (5 Océanos).

“Nosotros nos dedicamos a comprar y vender, así que es estratégico estar en ese tipo de negocios. En Frionorte, una empresa familiar que hacen las cosas muy bien, no hemos comprado una empresa sino un equipo y creo que irán bien las cosas. En Hiperdino entramos y estamos muy satisfechos de contribuir a salvarla de una quiebra segura. Recuerdo que en su día Paulino Rivero decía que si cerraba se perderían 6 mil puestos de trabajo. Yo creo que habrían sido más de 20.000, por la cantidad de empresas que hubiese arrastrado por deudas y demás. Y el impacto en la sociedad, porque aunque había sido una empresa multinacional era y es una marca con un fuerte vínculo en las islas. Por eso es muy meritorio lo que hicieron los hermanos Domínguez y desde luego, el gurú Javier Puga”.

¿Alcanzaron ya la cifra emblemática de ventas de los 1.000 millones?

“No, este año llegaremos a 920 o 930 millones pero venimos de invertir el proceso. El año pasado no solo no perdimos dinero sino que ganamos un poquito. Este pasará lo mismo y no creemos que sea un negocio de grandes beneficios porque la filosofía de D. Javier es precio, precio y precio. Los precios bajos son su obsesión y es una estrategia muy buena. Para nosotros, mientras le saquemos rentabilidad al dinero, será suficiente. De todos modos, son palabras mayores. Una facturación como la que tenemos supone casi tres millones al día, hay días en que más y otros menos pero ese es el promedio. Impone mucho”.

-Hace unas semanas hablamos en esta misma sección con su socio Martín García Garzón sobre la sucesión en la empresa. ¿Usted como la vive?

“Martín lo ha sabido hacer y es lógico que esté satisfecho. Yo tengo una gran confianza en mis hijos, aquí trabajan tres de los cuatro -su otra hija es abogada- y no van a tener problemas si no quieren y son fríos. Nunca hemos pagado dividendos y de no cometer errores tienen empresa para rato. Al menos para que también la disfruten mis nietos, eso sí me gustaría por más que no soñase nunca con una empresa con una larga trayectoria. Nosotros hemos creado Incarca, una empresa donde están ellos con un 75%, algunos empleados y una parte que tiene PIDA. Y esa empresa es ya hoy una buena empresa”.

-Hemos aprobado el REF económico esta semana. ¿Espera mucho de él?

“Creo que lo expusimos mucho cuando entramos en la UE y perdimos un tiempo precioso. Quizás nunca hemos sabido defender que su existencia es vital para las islas y que a veces se cuestiona en la península porque ven que vivimos en un paraíso sin darse cuenta de que tenemos deficiencias que no pueden ser corregidas. Para llegar al centro de Madrid necesitamos casi 7 horas de desplazamiento, ida y vuelta, mientras que desde cualquier lugar de España apenas si es la mitad. De todos modos, a mí si me gustaría que algunas cosas que están en el REF, como la Reserva para Inversiones, gozara de menores objeciones por parte de Hacienda. Porque resulta que la analizan subjetivamente, te quejas, a veces te dicen que tienes razón pero que recurras y al final te ves pleiteando por una interpretación contra el Estado, lo que cuesta tiempo y dinero. Pagas abogados y los de ellos les salen gratis porque se los abonamos nosotros. La RIC no debe discutirse porque hace un buen servicio incluso al gobierno, que puede utilizar esos recursos a un interés inferior a lo que encuentran en el mercado. Otra cosa es que solo nos valga cuando existen beneficios”.

-Usted tiene relaciones comerciales con Brasil. Parece que allí también ha pinchado su burbuja.

“Tiene problemas que son muy parecidos a los nuestros de los años 2006-2007. Ha explotado la burbuja porque no se puede crecer todo el tiempo al ritmo que lo estaban haciendo. Pero se veía venir, además de que le han estallado un montón de casos de corrupción. En España olvidamos aquello de los siete años de vacas gordas que seguían a siete años de flacas. Crecimos durante más de doce años sin aprender nada de la crisis de 1993 y pasó lo que pasó. Esperemos que esta vez sea distinto”.