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El piloto siempre tiene la culpa – Por Teresa Cárdenes

El Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas, SEPLA, ha hecho público esta misma semana un comunicado en el que pide prudencia a los medios de comunicación antes de sacar conclusiones precipitadas sobre las causas de los accidentes aéreos y sobre todo, antes de invocar errores humanos de tripulantes que además han fallecido como causa única de un siniestro. El comunicado del Sepla no guarda relación con la tragedia del Germanwings en Los Alpes, sino con el accidente del avión de la compañía española Swiftair que se estrelló el 24 de julio de 2014 en el desierto de Malí con 116 personas a bordo, cuando realizaba un vuelo para Air Algerie. La nota del Sepla se produjo apenas unos días después de que, tras conocerse los primeros informes preliminares de Francia sobre este accidente, algunas informaciones periodísticas concluyeran que los únicos causantes del accidente del avión de Swiftair habían sido los pilotos, de nacionalidad española y trágicamente fallecidos en el accidente junto con el resto de la tripulación y la totalidad de los pasajeros.

Merece la pena detenerse en esta reflexión del Sepla por muchos motivos. Dado que gran parte del pasaje del avión de Swiftair era de nacionalidad francesa, Francia tuvo un papel crucial en julio pasado en la localización con cazas militares de los restos de la nave siniestrada en pleno desierto, pero además inició una investigación sobre las causas del accidente a través de su órgano competente, la BEA. A partir de los análisis preliminares de la BEA, algunas informaciones señalaron a los pilotos españoles del Swiftair como aparentes causantes del accidente por no activar un sistema que impide la congelación de las sondas de presión de los motores. Según esta interpretación, a partir de ese supuesto error humano, se desencadenaron una serie de efectos, entre ellos el suministro interno de datos erróneos que eran esenciales para el control del aparato, lo que finalmente provocó que el avión entrara en pérdida y cayera en picado sobre el desierto. Una interpretación que no comparte el Sepla, al subrayar que el informe BEA es todavía preliminar y que ni siquiera ha podido acreditarse aún si las medidas que evitan la congelación de las sondas habían sido activadas o no por los pilotos.

Pero lo verdaderamente relevante del comunicado de este comunicado del Sepla va mucho más allá de las causas por las cuales el avión de Swiftair se precipitó al suelo y tiene que ver con el comportamiento de las autoridades que tienen entre sus competencias las de velar por la seguridad aérea. Así, el Sepla relata que el accidente de Swiftair tuvo un precedente muy similar en Venezuela en 2005, con un MD 83 que también se estrelló al entrar en pérdida en plena tormenta. Sin embargo, “la investigación del accidente de Venezuela no supo establecer las causas del mismo e imponer medidas para evitar accidentes similares”. ¿Les suena? Sí, como dolorosamente recuerdan decenas de familias Canarias a raíz de la tragedia del JK5022, es lo mismo que ocurrió después de que en 2007 estuviera a punto de estrellarse en Lanzarote un avión de Mapjet, al que, como al de Spanair, tampoco le sonó la alarma de configuración errónea del despegue. Al pedir prudencia sobre el caso Swiftair, el Sepla evoca en realidad un fallo de las propias autoridades españolas de investigación de accidentes (la comisión CIAIAC) “al no identificar las deficiencias del sistema” en el caso Mapjet, un año antes de que se estrellara el JK5022.

Se da la circunstancia de que, hace solo dos meses, el Colegio Oficial de Pilotos de la Aviación Comercial (COPAC) hizo pública una encuesta interna, su cuarto Aerobarómetro anual, en el que denunció “un inadmisible inmovilismo de las instituciones públicas encargadas de velar por la seguridad aérea en nuestro país”. Todo esto después de realizar por cuarta vez una encuesta en la que sus colegiados manifiestan un altísimo nivel de desconfianza tanto en la CIAIAC como en la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). Entre otras cosas porque no se sienten suficientemente protegidos en el proceso esencial de denunciar incidentes sin exponerse por ello a represalias en sus propias compañías.

¿Nos preocupa? ¿Hacemos suficiente caso a los profesionales cuando denuncian que hay pilotos que pagan por volar porque las aerolíneas se aprovechan de su necesidad de computar horas de vuelo cuando son novatos? ¿O en cambio le reímos la gracia a ese presidente de aerolínea que se queja en público de que sus pilotos solo se preocupan (sic) “de las horas de sueño y de la seguridad”? Es claro que la responsabilidad de vigilar a las compañías y comprobar que no ponen la seguridad al servicio de sus cuentas de resultados es de la autoridad política competente. Pero quizá también lo sea que, como ciudadanos, también deberíamos ser más insistentes en la exigencia de ese rigor y castigar electoralmente a quienes se muestren indolentes con la seguridad aérea.

De lo contrario, volveremos a pagar muy caro que solo nos inquiete comprar billetes a 30 euros, sin saber si el piloto está suficientemente entrenado, ha dormido lo suficiente o le obligan a volar con el combustible mínimo.