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‘Robo en Sao Paulo’, de Dulce Xerach – Por Carmelo Rivero

A Dulce Xerach le ha salido una inesperada novela negra a propósito del filón del Padre Anchieta, que al Papa Francisco le agradaría leer. No en balde, él lo canonizó (este mes se cumple un año) bajo la consideración de un “jesuita de cabecera” que “no le tenía miedo a la alegría”. De igual modo, Adán Martín, personaje de este debut narrativo, pronunció aquel “discurso de la felicidad” en su investidura, contra todo pudor parlamentario, y el italiano Matteo Renzi (otra rareza de la política europea) lo ha vuelto a hacer recientemente. Robo en Sao Paulo, de la expolítica y profesora de la Universidad Europea, arranca en un viaje de Adán Martín, hace una década, al Brasil de Lula y Anchieta, hasta la estancia balnearia de Itanhaém, el municipio paulista donde el sabio santo oraba junto al mar, recostado en una litera de piedra modelada por el viento en la Playa de los Sueños, conocida como A Cama de Anchieta. En una foto de esa expedición, el expresidente canario fallecido se tumba en la roca sagrada como hacía el paisano misionero humanista, que construía escuelas y hospitales y enseñaba a los indios a convivir, escribir y leer, cantando. Anchieta era culto y humilde, un “amador de pobres” que escribía dísticos elegíacos con una caña en la playa y caminaba descalzo por pantanos y lodazales con la espalda rota por la escoliosis. Su gramática tupí (de la que han sobrevivido dos hojas autógrafas en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús y la editio princeps de Coimbra), el idioma indígena que se impuso en Brasil en el siglo XVI, gracias a los jesuitas, inspira la rocambolesca trama de Dulce Xerach. Ese viaje a Sao Paulo es real, si bien la desaparición del incunable aportado por el Vaticano a la exposición del 450º aniversario de la fundación de la ciudad por el jesuita canario, y los crímenes e intrigas, tan del gusto de Umberto Eco, pertenecen al ámbito desinhibido de la ficción. A esta novela política y policíaca envolvente -primera de una saga de tres- le cabe el hallazgo literario de un personaje que dará mucho juego a la autora, su alter ego María Anchieta, una inspectora vasca, de Azpeitia, con lazos familiares en Brasil, radicada en Tenerife, que actúa de escolta del presidente canario. La acezante poli se ve envuelta en la investigación del caso, junto a colegas de Brasil y el Vaticano, tras la pista del valioso ejemplar del Renacimiento español en América. La inspectora -abogada y doctora en Historia- no olvida que es mujer, entre viajes y pesquisas, cuando se pone vaqueros, camiseta y blazer y calza sus zapatos de medio tacón, y por eso se pinta los labios con glass rojo y lápiz oscuro. Pero no es una novela rosa. Es una novela genuinamente negra, como lo son las de Benjamin Black (heterónimo del Príncipe de Asturias John Banville), o las de Donna Leon, a quien la autora ha seguido hasta su Venecia del acqua alta después de leerse todos los episodios del inconformista commissario Brunetti, y como las de Alexis Ravelo, a quien entrevistaba en el Círculo de Bellas Artes, en enero, antes de sumarse a su granja literaria. El editor de la novela, el colombiano legendario José Vicente Katarain, que publicaba en sus orígenes a García Márquez, dice que los libros han de venderse, pero, sobre todo, leerse. Este se lee como un surtido de guiños de la autora sobre su innegable contexto.