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San Telmo – Por Andrés Chaves

1. En el barrio bonaerense de San Telmo me ofrecieron una vez un manuscrito de Gabriel García Márquez, que rechacé. Era muy barato, pero siendo yo un joven periodista que sólo quería divertirse con una novia sueca que tenía en Argentina, no tenía la sensibilidad suficiente para comprar lo que hubiera sido un oscuro objeto de deseo para cualquiera. Yo leí a García Márquez desde que asistí a un congreso de profesores de español celebrado en 1970 en el Puerto de la Cruz. Un profesor americano me dijo: “No puedes ejercer esta profesión sin devorar todo lo de este hombre”. Y así me enamoré de lo que llamaron al principio realismo mágico, expresión ya desechada con el tiempo. Me he leído todo lo que ha escrito el autor de Aracataca y lo repaso a cada rato. Acabo de ver en Canal+ un espléndido reportaje sobre su vida.

2. En el barrio de San Telmo he encontrado mis plumas Parker, tanto americanas como argentinas. En Argentina hubo fábrica de Parker. Hay una tienda en San Telmo en la que te venden, incluso, cajas originales antiguas y carteles de propaganda, también originales de la marca. Y en el mercadillo de los domingos, en medio de tanto anticuario, puedes comprar los más bonitos soldaditos de plomo que hayas visto jamás; más bellos y antiguos y restaurados que los de Londres. En Burlington Arcade (Picadilly) también se pueden encontrar, pero sólo de vez en cuando. Y caros. En Burlington Arcade se compraba Fraga los tirantes con la bandera española, que eran los colores de un equipo de cricket.

3. En San Telmo puedes adquirir desde una máquina de escribir Corona de las primeras que se fabricaron, intacta, a una caja registradora de mil ochocientos y pico. Yo compré, lo he dicho alguna vez, las obras completas de Zola, en francés, con lomos y tapas acuarelados; una joya que hace muchos años regalé a mis hijas. Una gozada. Es lo bueno de los viajes. O como dice García Márquez, vivir para contarlo.

achaves@radioranilla.com