1. Si es verdad, como él mismo ha confesado a un grupo de empresarios, que Rajoy se enteró por la prensa del atropello público (el añadido es mío) a Rodrigo Rato, esto significa que el Gobierno ha perdido el control del país y no manda ni en la Agencia Tributaria, ni se entera de lo que hace la Fiscalía, que orgánicamente depende del Ejecutivo. Es decir, que el Gobierno del PP está en almoneda y a lo mejor los ministros de Rajoy van por libres y él mismo ha perdido el control del Ejecutivo. Quiero pensar que esto no es así, pero me da que al PP lo están fagocitando los suyos. Y va a ser una digestión muy pesada. Me causó vergüenza ver el pescozón que un agente de Aduanas le propinó a Rodrigo Rato cuando se subía al coche. Igual mañana le hace lo mismo a Rajoy, cuando caiga en desgracia, que a este paso caerá.

2. Esto se ha convertido en un país de mierda. Todo parece indicar que el Partido Popular está nervioso, que no demuestra unidad y que a Rajoy le están serruchando los tobillos para hacerlo caer. ¿Era necesario el espectáculo montado en torno a Rato? ¿Es justo que el Ministerio del Interior permita el escrache en su domicilio, a un hombre que sólo ha sido acusado, no juzgado, y aun así? ¿Dónde están las garantías personales a las que tenemos derecho? ¿Por qué dejan que este hombre viva ahora atemorizado y que esté a punto de ser colgado en la plaza pública, como si estuviéramos en el centro de Damasco? ¿Qué está pasando aquí?

3. Lo que le ha pasado a Rato le puede ocurrir a cualquier gobernante español que ahora lo esté permitiendo. Sólo hace falta un poquito de mala suerte por su parte. Hay muy poco de sensatez, de sentido común y de caridad cristiana en lo que se le ha hecho a este hombre: ni más ni menos que exhibirlo y condenarlo antes de ser juzgado. Y aún se pelean jueces y fiscales de la Audiencia Nacional y de los juzgados ordinarios a ver quiénes lo destripan, como si fueran buitres hambrientos. No, hombre, ya está bien.
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