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Los traductores – Por Andrés Chaves

1. Revela Carmen Rigalt el domingo, en El Mundo, en un perfil perfecto del ínclito López Aguilar, que los traductores de Estrasburgo se vuelven locos intentando interpretar los discursos de este individuo, su torrente de deleznable verborrea (el añadido es mío). Carmen Rigalt hace un retrato muy bueno de este político socialista, cuya vida pública se ha terminado. Es verdad que su tórrido discurso, cuando se analiza fríamente, es sólo humo. Ha sido cruel con sus rivales, a los que no les ha dado tregua, no ha hecho ni un solo amigo en la política y cuando analizas su discurso no ha dicho sino tonterías, llenas de espumarajos. Este pasado fin de semana le han dado bien en los medios de comunicación. El PSOE comisionó en Tele 5 a una tal Beatriz Talegón, joven tigresa del socialismo rampante, para defenderlo ridículamente ante los contertulios. Pobre embajadora. Pobres argumentos. Pobre López.

2. Ya les he dicho en alguna ocasión que yo escribo de política por obligación, porque lo mío es la crónica costumbrista. La política me parece muy aburrida. Pero sí observo lo que ocurre a mi alrededor y este caso del tal López Aguilar me llena de indignación. Sobre todo, verlo ahora suplicar por las esquinas lo que él ha negado a tantos: la presunción de inocencia. ¿Ya no recuerdan sus andanzas y las del comisario Ortega por los prados de Canarias? ¿Ya no recuerda nadie la utilización de la policía socialista para perseguir a políticos rivales hasta el mismo paredón? ¿Ya no recuerda nadie su pretendida influencia, siendo ministro de Justicia, en la propia justicia?

3. Al señor López le ha llegado su hora, de la forma más ignominiosa. Independientemente de lo que diga el Tribunal Supremo, sus andanzas en la vida pública han terminado, han pasado a mejor vida. Que se dedique a otra cosa, porque para la política ya no sirve. Y que entregue el acta de diputado europeo, aunque ello equivalga a perder 17.000 euros netos al mes. Nada más y nada menos.
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