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Yoismos – Por Leopoldo Fernández

Vacacionar durante algún tiempo, y más si es en Semana Santa, ofrece la posibilidad de la reflexión pausada y tranquila. Y también, la de viajar, conversar y estar más allá del círculo habitual de influencias. Este año, me ha llamado la atención el yoismo que he advertido entre la dirigencia política, en el mundo periodístico, en las redes sociales e incluso en algunas conversaciones a pie de calle. Muchas personas, cada día más, caen en el ominoso vicio de hablar de sí mismas en una especie de búsqueda de protagonismo arbitrario y desmedido. Como si se sintieran por encima de los demás y necesitaran cultivar un ego exagerado sin el cual no serían capaces de captar la atención de nadie. Una actitud así podría perdonársele a un personaje genial y talentoso; pero quienes más se enaltecen y alaban a sí mismos suelen ser precisamente los individuos más vulgares, aunque se crea mejores que los demás y vayan por la vida ostentando una superioridad de la que efectivamente carecen.

Desde esas atalayas artificiales y falsas he percibido cómo pontifican y proclaman algunos sus propuestas políticas o económicas y expresan otros sus agrias opiniones y mágicos remedios. No tienen bastante con engañarse y engañar; necesitan además atacar y denostar al adversario o a quien no coincida con sus apreciaciones personalistas. Caen así, por falta de autocrítica y cura de humildad, en un absurdo ejercicio de cinismo y autocomplacencia que niega cualquier bondad o mérito a los demás. Este narcisismo provocador antepone el yo a todo lo demás, aunque sea para decir las cosas más peregrinas e intrascendentes, a falta de mejores capacidades. La política y el periodismo -por no salirme de los objetivos centrales de este comentario- son, por encima de todo, un servicio permanente a la sociedad y un compromiso ético con la verdad. Y ni ningún político es mejor que nadie -su legitimidad la recibe del respaldo de las urnas-, ni ningún periodista está por encima de la noticia ni es más importante que ésta por mucho que el virus del yoismo se expanda entre quienes ejercemos el viejo oficio de contar lo que pasa y/u opinar al respecto. La simpleza de la vanidad y el mercadeo no debería ser la mercancía que se venda frívolamente a un país necesitado de superar la desilusión y el cabreo.