El cráter>

Como tajinastes rojos – Por Juan Carlos García

Hace unos días, y como mi baldía agenda me lo permitía, me propuse adentrarme, por la mañana, en el hábitat del tajinaste rojo, uno de los endemismos más representativos de Tenerife. Un vecino de Vilaflor, a donde me había dirigido al amanecer como acompañante en el inicio de una nueva etapa existencial, me indicó una de las localizaciones de estas plantas que florecen cada dos años. La ruta 18 de Las Cañadas, conocida como Chavao. La corta duración de la floración del tajinaste rojo le confiere esa belleza fugaz. Ellos se exhiben enhiestos. Con sus mejores galas, que en pocas semanas se marchitan. Los revoloteos de las abejas a su alrededor se multiplican. Un rosario de apasionados dispara sus artilugios fotográficos. Una foto a ese, el más florido. Otra a esos cuatro, todos juntitos. Ahora, sácame a mí, abrazado a este. Y otra entre estos dos más altos. Mira, allá arriba; saca a todos aquellos. ¡Fíjate cuántos son! No, no. Espera, que me quiero hacer un selfie con este. El sendero de la ruta 18, Chavao, discurre paralelo a la carretera que comienza en el cruce de Boca Tauce hacia Chío. Me estaba deleitando con tal espectacular escenario cuando me acordé que esa carretera paralela, una larga recta en mitad de las rocas de lava negra, sirve de plató natural de campañas publicitarias. Y esa larga recta, con la lava negra a los lados, recordé haberla visto en una valla publicitaria. En ella, en mitad del asfalto, una silla, una chaqueta y tres palabras: “Juntos llegaremos lejos”. Sin más letras, ni iniciales, ni signos. Todos ustedes suscribirían esta frase. Incluso en la película francesa en cartel La familia Bélier se apuesta por algo parecido: “Juntos podemos lograrlo”. Aquella frase, en mitad de la lava de Las Cañadas, no tiene dueño. Es de todos, aunque alguien se ha sentado en la silla en esa segunda parte publicitaria-electoral. Hace también unos días, y aunque mi yerma agenda me lo permitía, me propuse no adentrarme en el hábitat de esos endemismos de la democracia que son los candidatos. Estos florecen cada cuatro años y su corta duración los atribuye un atractivo efímero. Se muestran erguidos. A las pocas semanas también se marchitan. Revolotean a su alrededor y las fotografías junto a ellos se multiplican. Como tajinastes rojos.