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Cuatro décadas – Por Miguel L. . Tejera Jordán

Hace ahora cuarenta y cinco años -ahí es nada- un grupo de estudiantes universitarios, llegados a La Laguna desde todas las islas del archipiélago, iniciábamos nuestros estudios superiores en la especialidad de Geografía e Historia. Cinco años más tarde, en 1975, pusimos fin a nuestras carreras y nos dispersamos por el terruño isleño para emprender una vida laboral que la mayoría dedicó a la docencia y a la investigación, si bien unos pocos nos encaminamos hacia el territorio de la comunicación, como fue mi caso. Los otros días, cuatro décadas después, un buen número de nosotros nos volvimos a ver en la vieja ciudad universitaria de Aguere, por cuyas calles del casco histórico deambulamos todo un lustro, camino de nuestras aulas, bibliotecas y seminarios. Para entablar contacto, entonces, con un excepcional elenco de profesores que dejó una huella imborrable en nuestro recuerdo y en nuestros corazones. Las alumnas y alumnos que conformamos la 7ª Promoción de Geografía e Historia de la ULL nos hicimos la foto de rigor en la escalinata central del viejo campus, donde entonces se encontraba el rectorado. Y en una de cuyas alas se hallaban, asimismo, las aulas y despachos de la Facultad por los que discurrimos. Nos reencontramos en La Laguna con unas canas de más, pero alimentados por el mismo espíritu juvenil que nos caracterizó entonces.

Fuimos un grupo trabajador y estudioso. Hincamos los codos con rigor y dimos cuerpo a una promoción que, no obstante todo lo anterior, también aprendió a divertirse y a valorar la importancia de la camaradería. En la conmemoración del 40 aniversario de nuestro fin de carrera, que rematamos almorzando en el Hotel Mencey, supimos hacer valer el contenido de la primera estrofa del himno universitario. Y nos volvimos a alegrar por seguir siendo jóvenes, como reza el Gaudeamus, rememorando con alegría la vida común en la Academia, dando los correspondientes vivas a nuestros recordados profesores, para dar fe de la, asimismo, última estrofa del Gaudeamus, que nos empuja a amar al alma mater en la que nos educamos. Y que nos ha permitido reunirnos, como compañeros, a cuantos hemos estado dispersos por lugares distintos, si bien siempre enlazados por un mismo sentimiento de hermandad. Las amigas y amigos de toda Canarias nos comprometimos a celebrar un encuentro bienal e informal en cualquier isla de nuestra tierra común. Y otro lustral que nos agrupe de nuevo en La Laguna. Hemos aportado lo mejor de nosotros mismos a la sociedad canaria: como docentes en la enseñanza secundaria y la superior, o como investigadores; otras y otros compañeros entraron en política y, unos pocos, como un servidor, dirigimos nuestros pasos hacia el mundo de la comunicación. Pero todos comimos y bebimos de la fuente de la decencia que tanto y tan razonadamente reivindica don Emilio Lledó, flamante premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y exprofesor de la ULL. Ninguno de nosotros sabrá jamás si fuimos capaces de dejar huella, con nuestro esfuerzo y trabajo, en el tejido social de nuestra querida tierra canaria. Pero intuyo que sí. Creo, honradamente, parafraseando a Machado, que cada uno de nosotros hemos hecho un poquito de buen trabajo al andar. Haciendo camino. No hemos perdido el tiempo, ciertamente. Tampoco la hermosa amistad que nos unió. Y que hoy, cuatro décadas después, nos da derecho a presumir de generación.
¡Alegrémonos pues! Qué jóvenes fuimos y somos… Cuarenta años no son nada…
¡Gaudeamus!