1. El 8 de abril de 1987, el corresponsal de El País en Canarias, Carmelo Martín, que en realidad era una simbiosis, no una persona, contaba, con la pulcritud y el rigor acostumbrados, que 300 estudiantes se habían manifestado ante el Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife, cuyo titular era Antonio Martinón Cejas, para reclamar la libertad de ocho compañeros que permanecían en prisión preventiva, a raíz de unos enfrentamientos entre universitarios y la policía. Una comisión de estudiantes y padres de alumnos había entregado al gobernador unos pliegos con más de 5.000 firmas solicitando la dimisión del poncio por la violenta actuación de las fuerzas de orden público a sus órdenes durante los disturbios. Martinón les dijo que la puesta en libertad de los chicos no era cosa suya, sino del juez. Uno de los estudiantes, José Armando Muñoz, fue hospitalizado a causa de un derrame pulmonar, provocado por el impacto de una bala de goma. Un centenar de estudiantes se encerró en la Universidad y el rector, José Carlos Alberto, un demócrata, intercedió ante el juez para conseguir la puesta en libertad de los detenidos.
2. Estos son los hechos. El gobernador de entonces, hoy catedrático de Matemáticas, aspira al rectorado. Hay que ver las vueltas que da la vida. El que permitió que la pasma entrara en la Universidad quiere ser ahora rector. ¡Qué extraños designios nos trae el destino! Y lo que es peor, va camino de serlo, si una segunda vuelta no lo impide. La historia es muy puñetera y las hemerotecas también. Aquella crónica no ha querido ser aireada hoy por los otros candidatos, pero yo sí lo hago.
3. Pudo más la fuerza de las balas de goma que su condición de universitario de entonces. Pudo más la impronta de los poncios del Gobierno de Madrid que la serena reflexión antes de meter la bofia en la Universidad. Martinón, en mi opinión, no debe ser rector porque tiene detrás, como gobernador, una trayectoria que no es blanca del todo. Pero como este pueblo de mierda no tiene memoria, pues lo harán rector.
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