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El guanche disputado

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TINERFE FUMERO | Santa Cruz de Tenerife

El escultor Jaime Alonso, lucense de nacimiento y vecino de El Médano (Granadilla de Abona) desde hace ya 16 años, interpuso a finales del pasado mes de abril un escrito ante el Ayuntamiento de La Matanza de Acentejo cuyo objetivo final es denunciar lo que considera plagio de una de sus obras, a la que nombró Guanche tocando el bucio con su lanza. Un portavoz municipal anticipó el pasado viernes que dicho ayuntamiento desoirá tal petición al entender que, en todo caso, debe ser una decisión judicial la que resuelva semejante controversia
Lo llamativo del caso es que se trata de la representación del Achimencey Tinguaro que se encuentra en punto tan notorio como es la plaza situada frente al propio Consistorio, y que Alonso exige en su escrito que “se proceda a retirar o en su caso tapar o cubrir” la imponente escultura, de nada menos que 4 metros de altura por 1,40 metros de ancho.
La singular historia arranca en abril de 2006, cuando un acuerdo municipal encarga la obra al fundidor Miguel Ángel Padilla, por acuerdo adoptado en sesión del 31 de marzo de aquel año y que asigna a tal fin un montante de 77.000 euros.

Es menester añadir que meses antes el Ayuntamiento matancero había firmado un convenio por 90.000 euros con la entonces entidad financiera CajaCanarias para sufragar el coste de la obra.

Por lo que respecta a la reclamación de Alonso sobre la autoría de este trabajo, acompaña al escrito presentado ante el Ayuntamiento un certificado del Registro de la Propiedad Intelectual que reconoce su autoría, además de numerosas fotos obtenidas durante el periodo de creación de la escultura en su estudio de El Médano.
La versión de ambas partes coinciden en que el encargo se produjo y que Alonso cobró una cantidad (ni el 10% del presupuesto total) por su trabajo, pero a partir de ahí difieren.
Según Alonso, el 90% de la obra es suya, pero Padilla realizó con posterioridad algún cambio que, a su juicio, además lastra la calidad de la escultura, y que se localiza en el cabello de Tinguaro y en su mirada.

El escultor denuncia igualmente que el fundidor borró su firma de la obra tras su entrega. Por contra, Padilla asegura que se limitó a encargar al escultor un trabajo mecánico por el que recibió una contraprestación económica, y que se trata de una práctica en el sector que lleva a cabo habitualmente con otros artistas, sin que ello suponga derechos de autoría sobre el resultado final. Otra divergencia nada baladí es que tanto uno como otro se atribuyen el diseño de la escultura.

Sea como fuera, el abogado que defiende los intereses de Jaime Alonso, el tinerfeño Ignacio de la Vega, comunicó a este periódico su intención de llevar el caso a los tribunales de Justicia, si bien declinó especificar si orientará el asunto por la vía penal, por la civil o incluso por la contenciosa, también factible al estar implicada una administración pública.

Al igual que el Ayuntamiento de La Matanza, Padilla se mostró conforme a que sea el juzgado quien dirima la controversia.

En cuanto al involuntario testigo de esta historia, recordar que Tinguaro es un personaje del que se desconoce si realmente existió, aunque se le describe en algunos textos como hermano del mencey de Taoro, Bencomo, y uno de los líderes de la resistencia contra la invasión de las huestes de Alonso Fernández de Lugo. Claro está, se le atribuye un papel clave en la batalla conocida como la Matanza de Acentejo.