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Mosqueado – Por Miguel L.Tejera Jordán

Lo que escribo a continuación no es más que una reflexión personal resultante de un cierto mosqueo. Estoy casi seguro que exagero y que me traiciona un sentimiento de duda absolutamente desproporcionado. Pero tal y como me ha venido el tema a la cabeza, lo cuento. A mí me parece muy raro que en dos archipiélagos de este mismo país llamado España, uno ubicado en el Mediterráneo y el otro en el Atlántico (Baleares y Canarias) se hayan producido dos incendios a bordo de dos barcos en tan escaso período de tiempo. Por supuesto que puede ser mera coincidencia que los dos siniestros marítimos hayan tenido lugar en el mismo país y en dos de sus comunidades autónomas más turísticas. Pero no deja de rondarme la cocorota semejante circunstancia. Baleares y Canarias tienen en el turismo su principal fuente de recursos económicos. Millares de personas trabajan y viven de la hostelería. En hoteles, aparthoteles y apartamentos. El turismo mueve miles de millones de euros y decenas de miles de trabajadores de profesiones muy diversas que están ocupados en ofrecer la mejor estancia posible a nuestros visitantes. Los dos archipiélagos disponen, asimismo, de espléndidos espacios y reservas naturales, terrestres y marítimas. De modo y manera que el incendio en el mar de dos buques en cada uno de estos dos territorios con tan pocas horas de diferencia le da a uno que pensar. ¿Meros accidentes? Seguro que sí. Pero en los tiempos que corren y con las cosas que pasan por los mundos de Dios, a nadie le puede extrañar que un mar de dudas (mejor dicho, un mar y un océano de dudas) ronden el pensamiento de cada cual. El Sorrento, un ferry con muchos viajeros a bordo, ha estado a punto de protagonizar una tragedia de grandes proporciones cerca de Baleares. El pesquero ruso Oleg Naydenov sigue largando combustibles al mar por las grietas de su casco sumergido y, hasta la fecha, no ha sido posible sellar las fisuras del pecio. Por ahora parece que la presencia de una especie de chapapote en el mar es mínima y que las corrientes están favoreciendo que se aleje de las costas de las islas de Tenerife y Gran Canaria.

Esperemos que los robots contratados por Fomento consigan su propósito y se termine esta pesadilla. Pero pase lo que pase, los dos casos dan que pensar en qué hacer de cara a futuros problemas, similares o parecidos, a los que se han presentado en el Mediterráneo y en el Atlántico. El Estado debería crear una célula de emergencias que analice los posibles peligros de la navegación en las aguas cercanas a sus costas. A todas sus costas: las continentales y las insulares. Nos va en ello la preservación del medio ambiente terrestre y marino. Pero también nos va la supervivencia económica. Una potencia turística de primer orden, tercera del mundo en viajeros tras Estados Unidos y Francia, no puede dejar estas cuestiones en manos de la improvisación o de la buena o mala suerte. Hay que prevenir, prevenir y prevenir y estar preparados para afrontar con rapidez y eficacia una desgracia de dimensiones incalculables.

Durante el debate sobre el sí o no a las prospecciones petrolíferas en aguas de Canarias, estuvimos tan atontolinados con la faceta política del asunto, derivada del enfrentamiento entre José Manuel Soria y Paulino Rivero, que no pensamos en los peligros del incendio o la rotura de un petrolero que surque nuestras aguas. Sólo una o dos cabezas pensantes sugirieron discutir sobre los petroleros monocascos y la conveniencia de prohibir su circulación por el pasillo marítimo que separa Tenerife de Gran Canaria. Habrá que abundar en la cuestión y tomar decisiones al respecto.

Por cierto, me causa cierta desazón recordar que en los dos archipiélagos hubo prospecciones petrolíferas en busca de crudo bajo el mar… Y ahora esto… No sé; no sé. Pero no me hagan caso. A veces no es verdad que cuando una piensa mal acertará…