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Nacho ‘el Gofio’ (y 2) – Por Caco Senante

Como anuncié la semana pasada, hoy seguiré contando cosas de Nacho el Gofio.

Hay un momento en la historia en que circuló un rumor del que nunca se pudo demostrar su veracidad. Este era que Nacho había sido beneficiario de una importante herencia. Había gente que contaba que lo habían visto hablando con directores de sucursales bancarias y que estos le dispensaban tratamiento de cliente VIP. Lo cierto es que siguió viviendo en una modesta pensión. Pero no es menos cierto, que por aquel entonces fundó la Peña El Bubango, y que se hizo con un voluminoso tambor y nunca fallaba animando los partidos del CD Tenerife o en cualquier evento deportivo. Siempre rodeado de un grupo de acólitos a los que lideraba.

Recuerdo un domingo que llegaba al mediodía a mi casa de Pérez de Rozas y me lo encontré de frente cuando yo subía la escalera. “Es que le limpié el coche a don Fernando, esta mañana, y me dejé olvidado mi transistor dentro. Y he venido a pedirle la llave para recuperarlo…”, me dijo. Don Fernando era don Fernando Franquet, que vivía en el piso de arriba del edificio.

Cuando estaba sentado almorzando escuché un alboroto que provenía de la calle. Rápidamente me asome al balcón, justo en el momento en que don Fernando gritaba: “¡Ignaciooo! ¡Ignaciooo! ¡Pero dónde va este mangante!”, mientras veía cómo su coche se alejaba Pérez de Rozas arriba.

Pasé la tarde escuchando por la radio cómo iban los partidos de fútbol, que era lo que se acostumbraba a hacer en aquella época. Como a eso de las siete y media escuché nuevamente un follón proveniente de la calle. Volví a salir al balcón a toda prisa, a tiempo de presenciar una escena digna de una obra teatral de Valle Inclán. Dos guardias (entonces no eran policías municipales, eran guardias urbanos) escoltaban a un Nacho que, aparte de ir esposado y con toda la camisa abierta, caminaba de una forma que delataba que iba “algo perjudicado”. En ese momento, Nacho levantó la vista hacia el balcón del tercer piso y exclamó: “Don Fernando, dígale a los guardias. ¿Verdad que usted me prestó el coche para dar una vueltita?”.

No estoy muy seguro, pero creo recordar que vi cómo a Fernando Franquet, de la calentura, le salía espuma por la boca.

Me ratifico en que Nacho el Gofio no era un ladrón de coches. Solamente le gustaba probarlos. Deja ver…