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Se acabó el partidismo – Por Ramiro Cuende Tascón

No se acabó el bipartidismo, a mi entender ha sido un término trolero creado por algunos para meter una cuña de la misma madera y hacerse sitio en la batucada política que suena. Lo que se acabó es el partidismo, como le oí a alguien, y llega el pactismo de las ideas no el de las marcas, los poderducos, y los intereses como ha venido siendo.

Ya lo recordó el profesor Innerarity hace años: “El desacuerdo en política goza de un prestigio exagerado. Radicalizar la crítica y la oposición es el procedimiento más socorrido para hacerse notar, una exigencia imperiosa en ese combate por la atención que se libra en nuestras sociedades”.

Le recomiendo que lo lean a través de este link o dirección. Esto explica lo que hemos visto estos días atrás, esa tendencia de algunos políticos a sobreactuar, la enfatización de lo polémico hasta extremos a veces grotescos o poco verosímiles. Y es que los actores sociales viven de la controversia y el desacuerdo, y esto se va a tener que acabar, porque para hacer que este país sea el que de una vez por todas merece, sobran los falsos filtradores y las payasadas de temporada electoral.

Ya casi nadie se fía de los partidos, y, estoy convencido que dé ninguno, es más, ni de los nuevos. Lo de los emergentes de moda tan solo es caloret de un día, con los días se irán derritiendo en las miserias propias del factor humano y de sus vicios.

Ojalá subsistan y coadyuven a dar el siguiente paso a esta democracia latente, en la que todavía se practica el juliganismo politico; la izquierda siempre saca sus identidades sociales a relucir como si Manuela Carmena no hubiera hecho un caloret para que su marido se aliviara de pagar lo que era debido a sus delineantes, y, la derecha dale que te pego con la persecución de los reds, la eta de marras, el sainete “Todos conspiran contra mí”, y la endemoniada herencia de Bambi. ¿Qué quiere que le diga?

Ya pasó, cada cual cogió su silla. Solo queda ordenar el patio de butacas. Llegan los pactos, ahí es nada, y guste o no guste habrá que trabajar sin complejos con la austeridad, es lo lógico. Saber vivir en la diferencia es un lujo, lo que no lo es, es vivir en una creciente desigualdad para alegría de unos pocos miserables que no tienen a nadie, solo dinero. Pónganse a trabajar y déjense de rollos.

Como diría Machado: “…y, más que personas al uso que saben de su doctrina, sean, en el buen sentido de la palabra, gente de bien”.