opinión >

La tragedia de Rosa – Por Fermín Bocos

Gran verdad aquella que alerta que cuando los dioses quieren perder a los humanos les vuelven ciegos. O le dejan en manos de la peor de las compañías posibles: la hybris, la soberbia. Rosa Díez, la esforzada, valiente y valiosa líder del partido UPyD es hoy en día el penoso ejemplo de este triste resumen de un fin de viaje anunciado. El partido que lidera y que durante años fue el tábano capaz de interrumpir la placentera siesta llena de corruptelas del bipartidismo nacional (PP y PSOE) al tiempo que denunciaba las componendas extractivas de los partidos nacionalistas catalanes y vascos, ni aparece en las encuestas. Su encefalograma demoscópico da plano. Los electores que les venían apoyando se han pasado a otras formaciones (con preferencia a Ciudadanos) o simplemente, se han olvidado de ellos. Han olvidado que fue este partido el que con su discurso de hechos -no de palabras perdidas en ruedas de prensa-convirtió el rechazo a la corrupción en denuncia ante los tribunales. El caso Bankia, con los Rato, Blesa y demás “artistas”, no estaría donde está sin esa tarea de fiscalización de los asuntos públicos. Por no hablar de las preferentes. O la permanente denuncia de las arbitrariedades, abusos e incumplimientos de algunas leyes por cuenta de los nacionalistas. UPyD cumplía un papel esencial. Era el partido llamado a ser el delator de las grietas del sistema. El Pepito Grillo capaz de sacudir de sus cómodas poltronas a los encubridores de la Gürtel, los Eres de Andalucía o el saqueo del Palau. Pero todo eso ya es agua pasada. Historia. El error estratégico cometido por la dirección del partido (con una Rosa Díez mal, pero que muy mal asesorada por algunos de sus pretorianos, Gorriarán entre los primeros) no supo ver que la alianza con Ciudadanos era el paso necesario para construir un partido bisagra capaz de actuar de servo freno capaz de evitar la caída en pendiente hacia la que los casos de corrupción estaba arrastrando al sistema nacido de aquella gran ilusión que fue la Transición. Su tragedia es que no ha sabido ver que el público es caprichoso y que aunque la obra sea buena se cansa de ver que siempre la representan los mismos actores. Lo siento por Rosa, su lucha de estos últimos años merecía otro final.