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La verdadera crisis – Por Esther Torrado

Hace unos días, el filósofo Jesús Lledó afirmaba que la verdadera crisis es la de la inteligencia y no puedo estar más de acuerdo. Es cierto como afirmó Karl Marx que las condiciones materiales de existencia determinan la conciencia y que la mayoría de los mortales ante la situación actual de hecatombe económica, están más ocupados en sobrevivir que en reflexionar o luchar para cambiar el sistema que les oprime. Por ello quiero situar el foco de la responsabilidad colectiva de esta crisis en quien considero que se lo merece. La sociedad ha entrado en estado de afasia como afirmaba recientemente el periodista Juan José Millán y quisiera añadir, afasia protagonizada por aquellos que están en condiciones materiales y personales de protagonizar el cambio y emitir el grito de oposición. Ellos y sólo ellos, son los responsables de esta crisis de valores y de esta agonía de la inteligencia. Los/as intelectuales, los/as profesionales, las clases medias cuyas condiciones de vida son más que dignas (gracias a las luchas de las generaciones pasadas), se han lanzado a los brazos del acomodamiento “viendo la vida pasar” como tarareaba Alaska en los 80, mientras la sociedad se desvertebra. Esta progresía de antaño representan en las organizaciones actuales, los verdaderos ejecutores del kiss up kick down expresión inglesa que escenifica el peloteo a los de arriba (al sistema y sus normas) mediante el pisoteo a los de abajo. Creen desde su narcisismo banal y su individualismo bulímico intelectual, que cada uno está donde se merece, llevando la demoledora teoría de la elección racional, hasta las últimas consecuencias. Ellos y solo ellos mediante su egocéntrica autocomplacencia material e intelectual, han convertido la reflexión, la rebelión, la ética y la justicia en conceptos y paradigmas vacíos e inservibles, fácilmente reciclables por la meritocracia, burocracia e individualismo, confiriendo el mundo de las ideas y sus instituciones, en meras máquinas tayloristas de mediocridad, y generando no sólo un clima gris y tóxico, sino una parálisis en el desarrollo de ideas colectivas de progreso y cambio. El resto de “los mortales” bastante tienen con sobrevivir ante semejantes reglas de juego. Carpe diem.
*Profesora de SociologíA