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El virtuoso Gottschalk y su amor por Cuba – Por Othoniel Rodríguez

Louis Mureau Gottschalk (Luisiana, Nueva Orleans, 1829-Río de Janeiro 1869) fue un gran virtuoso del piano, elogiado por su brillante técnica y muy aclamado en la Europa del siglo XIX. Fue el primer pianista norteamericano en alcanzar fama internacional, tanto como ejecutante como compositor de obras complejas. En sus giras americanas recorrió Canadá, Panamá, México y EE. UU., Puerto Rico, Brasil y Cuba.

En la mayor de las Antillas estuvo en tres oportunidades y llegó precedido de una gran fama y por los elogios recibidos de Teófilo Gautier, Franz Liszt y Héctor Berlioz, y como Caballero de la Orden de Isabel la Católica. La primera visita a La Habana fue del 1 de febrero de 1854 al 23 de febrero de 1855. La segunda, del 12 de febrero al 10 de junio de 1857. Y la tercera y última, del 23 de noviembre de 1859 al 18 de enero de 1862. En Cuba el de Luisiana desarrolló una intensa labor como concertista, profesor de piano, promotor cultural y, además, como colaborador en novedosos proyectos artísticos con músicos cubanos como José White, Nicolás Ruiz Espadero y Manuel Saumell, entre otros, donde promocionaron e investigaron la música hispanoafroamericana, del que era un ferviente admirador, intérprete e investigador.

En 1860, Gottschalk participó y se destacó notablemente en el homenaje a la excelsa poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, considerada una de las más importantes representantes de las letras románticas del siglo XIX en lengua castellana, llevado a cabo a finales de ese año en el Teatro Tacón de La Habana. Gottschalk, junto a Espadero, interpretó a cuatro manos Gran galop di bravura d’pres quidant, con arreglo de él mismo.

Otro de los grandes acontecimientos de esa época en Cuba, y considerado como un concierto histórico-musical, o como le llamó la prensa “un concierto monstruoso”, también en el Teatro Tacón, Gottschalk estrenó la sinfonía Noche de los Trópicos con más de un centenar de músicos en escena. Una obra romántica en Mi bemol que consta de dos movimientos: La noche y Fiesta criolla. Se utilizaron cuarenta pianos con ejecutantes como Espadero, Saumell, Desvenine, Cervantes, Edelmann, Laureano Fuentes y otros relevantes pianistas disponibles. Para esta ocasión extraordinaria hizo traer al rey del cabildo de los negros franceses de Santiago de Cuba, quien se encargó de percutir en el segundo movimiento de la obra una espectacular batería de tambores afrocubanos. Este espectáculo musical quedó para la historia como la primera vez que se utilizaron esos instrumentos y un intérprete de esas características en una partitura sinfónica.

Muchos años después, en la década de los 90 del siglo XX, Alicia Alonso rescató la partitura, que fue reestrenada en EE.UU. y coreografió y bailó con el Ballet Nacional de Cuba La noche de los trópicos, un bello ballet titulado Sinfonía de Gottschalk, como homenaje al irrepetible músico de Luisiana que revolucionó la isla antillana con su arte pianístico de primer orden.