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Anaga – Por Leopoldo Fernández

Aunque pueda parecer chocante dada su belleza paisajística y su rica biodiversidad, Tenerife era la única isla canaria que no contaba con ninguna declaración de Reserva de la Biosfera. Ahora, tras dos largos años de intenso trabajo, el Comité Consultivo Internacional de la Unesco (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) ha concedido ese prestigio título al Macizo de Anaga, la muy antigua zona montañosa del Norte tinerfeño, tierra de leyendas, mitos, historias y tradiciones. De estrechos valles y profundos
barrancos y acariciada por los vientos alisios, Anaga cuenta con la mayor cantidad y calidad de endemismos y formaciones vegetales del Atlántico, incluida Europa. Con ser importante la declaración de esta zona, sede que fue de un histórico menceyato y también abundante en restos arqueológicos guanches, a partir de hoy lo trascendente es conservar la rica variedad de especies animales y vegetales del valiosísimo espacio de Anaga, especialmente en las más de 15.000 de las 48.000 hectáreas ubicadas en tierra, preservando los valores naturales mediante “una gestión científicamente correcta, socialmente respetuosa, culturalmente creativa y operativamente sostenible”, como proclama la propia Unesco. Se trata, como tantas veces se viene reclamando, de compatibilizar las acciones humanas con el desarrollo sectorial y económico y la protección del medio ambiente mediante la inexcusable
colaboración y concertación entre administraciones y particulares. Antes parque natural y hoy parque rural, Anaga ha superado su aislamiento de siglos y hoy es un atractivo de primer nivel, para los canarios y para quienes nos visitan. Sus sacrificados y serviciales habitantes deben ser los primeros beneficiados por la mentada declaración, que incluye planes y proyectos destacados para el territorio en cuestión, en el que están incluidos los pueblos de Bajamar y Punta del Hidalgo. Un comité nacional coordinará y desarrollará todas las acciones, incluidas en el Proyecto El Hombre y la Biosfera, que desde 1995, a través de la llamada a Estrategia de Sevilla, recoge el Marco Estatutario de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera (631 ecosistemas de 119 países) y los compromisos que acarrea estar incluidos entre los mejores ecosistemas de la tierra.