NOMBRE Y APELLIDO

Antonio Cabrera

El 28 de junio de 1985 se inauguraron la sede oficial del Instituto de Astrofísica de Canarias -creado diez años antes y vinculado a la Universidad de La Laguna- y de sus observatorios en el Teide y en el Roque de los Muchachos, en la cima insular, sobre el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en terrenos cedidos por el ayuntamiento de Garafía. Convertido en un acontecimiento de primera magnitud, los actos en Tenerife y La Palma contaron con la presencia de Juan Carlos I y la reina Sofía, junto a monarcas y miembros de las familias reales de otros cuatro países europeos y de los jefes de estado de las repúblicas de Irlanda y Alemania, con una selecta representación de la comunidad científica internacional, encabezada por cinco premios Nobel de física y con tres centenares de periodistas de todo el mundo acreditados para el importante evento. Me tocó la tarea de transmitir para Televisión Española -que aportaba la señal a canales de cuatro continentes- las ceremonias inaugurales y presentar, dentro de una programación específica, una serie de documentales y coloquios sobre la investigación y desarrollo científico en el archipiélago y, naturalmente, sobre el destacado protagonismo del cielo isleño en los estudios internacionales de astrofísica. En las tres décadas transcurridas desde entonces y mediante convenios suscritos con una veintena de países se han construido varios telescopios, entre los que destacan los incluidos en el complejo Isaac Newton, el Grantecan -el mayor del mundo realizado con las aportaciones de España, Estados Unidos y México- de 10,4 metros, y el robótico Liverpool, de dos metros, también el de mayor alcance en sus características. En estos días, Antonio Cabrera, jefe de operaciones, confirmó que el GTC duplicará antes de que finalice 2015 su capacidad de observación mediante la incorporación de distintos instrumentos que aumentarán su versatilidad. Una buena noticia para La Palma, que es una referencia de primera calidad en este campo pero que, sin embargo, no ha tenido la compensación de la construcción de un Centro de Visitantes que se anunció hace también treinta años y que sería un incentivo para el turismo de naturaleza y cultura que es, objetivamente, el más indicado para un territorio de sus características y un premio a las limitaciones que, en aras de la protección de la pureza de su cielo, se han impuesto y aceptado sus habitantes.