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Una astracanada teatral – Por Alfonso J. López Torres

El astracán o astracanada es un subgénero teatral cómico muy popular en los escenarios españoles durante el primer tercio del siglo XX y cultivado, entre otros dramaturgos, por Pedro Muñoz Seca, siendo una de sus manifestaciones más extremas, en la que se llega incluso a subvertir el lenguaje por medio de una parodia continua, La venganza de Don Mendo.

Basado en una teatralización de la realidad, explota el uso de recursos literarios como el retruécano o repetición de un grupo de palabras para que el público reciba un mensaje insistente sobre un tema. Las situaciones disparatadas, los juegos toscos del lenguaje, la tipificación fácil y localista del habla y la figura de el fresco, personaje ocurrente que se mueve en una caracterización desde lo más costumbrista a lo pícaro, son otros recursos repetidos.

En la trama de una hipotética astracanada, tras la convocatoria formal de elecciones en un primaveral y florido mayo, se partiría como recurso para nuestra obra teatral de un equívoco, que no debiera ser tal, pues se basaría el mismo en algo tan fundamental, trascendente y esencial como son la libertad de elección, la imparcialidad informativa, la igualdad de oportunidades para acceder a la ciudadanía y la legitimidad de todos los canarios para elegir a sus gobernantes; se desarrollaría un argumento que se va enredando mediante trucos, estratagemas, ardides, maniobras y coincidencias a lo largo de una creación escénica que no sería sino una venturosa y corta campaña electoral en la que sin importar la verosimilitud de lo allí expuesto alcanzaría su término en un desenlace final en el que todo quedaría resuelto mediante pactos post electorales, muchas veces antitéticos a los principios ideológicos, al interés general de la ciudadanía representada y en los que aparentemente importarían más cuotas de poder que el bienestar común y por ende muchas veces poco tienen que ver con la voluntad emanada de las urnas.

En la parte que me toca, concurrí a un proceso electoral como eran las Elecciones Locales y Autonómicas del 24 de mayo del presente año con la esperanza puesta en un futuro ilusionante, en un reto considerable y en un desafío importante. Los resultados no acompañaron a este empeño y no fueron ni se asemejaron siquiera a los esperados, nada acordes a un trabajo propositivo como el que honestamente se hizo, y así lo asumo con responsabilidad, humildad y coherencia.

Fueron éstas unas elecciones atípicas, que han dejado desubicados a muchos líderes políticos y a muchas de sus formaciones huérfanas de los mismos e igualmente alejadas de su electorado, por lo que tendrán forzosamente que reubicarse y reposicionarse en el panorama político de Canarias y del Estado.

Abundante cantidad de los votos emitidos fueron a parar a unas marcas blancas de nuevo cuño, que han desplazado formal, tranquila y callada, pero severamente, a esas formaciones políticas más tradicionales, lo que viene a confirmar mi convencimiento de que la política a todos los niveles ha cambiado.

Ha llegado pues el momento de la autocrítica y de la reflexión. De la valoración objetiva del claro fracaso de una forma obsoleta de hacer política. De la adaptación con rigurosidad a lo que la ciudadanía demanda, que no es sino honradez, trabajo y soluciones a los problemas que les afectan y atañen. De dejar de lado los pactos en cascada, reconocer y acatar la voluntad soberana de los electores llamados a las urnas, para que de este modo y manera nuestra hipotética astracanada electoral se convierta en una obra seria, sensata, responsable, prudente y mesurada en la que los actores, los políticos, respeten el guión a seguir, las Elecciones, y la dirección de la misma sea ejercida por la voluntad popular de todos y cada uno de nosotros, las ciudadanas y ciudadanos de esta tierra maravillosa que vivimos.

@AlfonsoJLT
*Secretario Federal CCN